El camino consagrado

Capítulo 9

"Calificaciones adicionales de nuestro Sumo Sacerdote"

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Tal es el tema de los dos primeros capítulos de Hebreos. Y así comienza también el tercero, o más bien así continúa ese gran tema, con la maravillosa exhortación: "Por tanto, hermanos santos, participantes de la vocación celestial, considerad al Apóstol y Pontífice de nuestra profesión, Cristo Jesús, el cual es fiel al que le constituyó". Habiendo presentado a Cristo en la carne, tal como fue hecho "en todo" como los hijos de los hombres, y habiéndolo presentado como a nuestro pariente de sangre más próximo, se nos invita ahora a considerarlo en la fidelidad que caracterizó su cometido.

El primer Adán no fue fiel. Este postrer Adán "es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés sobre toda su casa [la casa de Dios]. Porque de tanto mayor gloria que Moisés éste es estimado digno, cuanto tiene mayor dignidad que la casa el que la fabricó. Porque toda casa es edificada de alguno: mas el que crió todas las cosas es Dios. Y Moisés a la verdad fue fiel sobre toda su casa [la casa de Dios], como siervo, para testificar lo que se había de decir. Mas Cristo como hijo, [fue fiel] sobre su casa; la cual casa somos nosotros, si hasta el cabo retuviéremos firme la confianza y la gloria de la esperanza".

Seguidamente se cita a Israel, que salió de Egipto, que no permaneció fiel, que fracasó en entrar en el reposo del Señor porque no creyó en él. Entonces, a ese respecto, se nos hace a nosotros la exhortación: "temamos, pues, que quedando aún la promesa de entrar en su reposo, parezca alguno de vosotros haberse apartado. Porque también a nosotros se nos ha evangelizado como a ellos; mas no les aprovechó el oír la palabra a los que la oyeron sin mezclar fe. Empero entramos en el reposo los que hemos creído". Los que hemos creído en Aquel que se dio a sí mismo por nuestros pecados.

Entramos en el reposo cuando se nos perdonan todos los pecados al creer en él, quien fue fiel en todo deber y ante toda tentación de la vida. Entramos también en su reposo y permanecemos allí al hacernos participantes de su fidelidad, en la cual y por la cual nosotros también seremos fieles al que nos constituyó. Considerándolo a él -"Pontífice de nuestra profesión"- en su fidelidad, llegaremos siempre a la conclusión de que "no tenemos un Pontífice que no se pueda compadecer de nuestras flaquezas; mas tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Heb. 4:15).

Dado que "no tenemos un Pontífice que no se pueda compadecer de nuestras flaquezas", se deduce que tenemos un Pontífice que se puede compadecer de ellas. Y la forma en la que se puede compadecer y se compadece de ellas, es habiendo sido "tentado en todo según nuestra semejanza". No existe un solo punto en el que toda alma pueda ser tentada, en el que él no fuese tentado exactamente de igual manera, y sintió la tentación tan verdaderamente como cualquier alma humana pueda sentirla. Pero aunque fue tentado en todo como nosotros y sintió el poder de la tentación de una forma tan real como cada uno de nosotros, en todo ello fue fiel, y pasó a través de todo ello "sin pecado". Y por la fe en él -en su fidelidad, en su fe perfecta- toda alma puede afrontar toda tentación y pasar a través de ella sin pecar.

Esa es nuestra salvación: que fue hecho carne como hombre, y debía ser en todo semejante a los hermanos y ser tentado en todo según nuestra semejanza, "para venir a ser misericordioso y fiel Pontífice en lo que es para con Dios". Y eso, no sólo "para expiar los pecados del pueblo", sino también para "socorrer" -auxiliar, acudir en ayuda de, asistir y liberar del sufrimiento- "a los que son tentados". Él es nuestro misericordioso y fiel Sumo Sacerdote para socorrernos -acudir en nuestro auxilio-, para guardarnos sin caída al ser tentados, librándonos así de caer en el pecado. Acude a sostenernos, de tal manera que no caigamos en la tentación, sino que la conquistemos, y nos elevemos victoriosamente sobre ella, no pecando.

"Por tanto, teniendo un gran Pontífice, que penetró los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión" (Heb. 4:14). Y también por esa razón, "lleguémonos pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia, y hallar gracia para el oportuno socorro".

Seguidamente, al invitarnos a considerar a nuestro Sumo Sacerdote en su fidelidad, leemos que "todo pontífice, tomado de entre los hombres, es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios toca, para que ofrezca presentes y sacrificios por los pecados: Que se pueda compadecer de los ignorantes y extraviados, pues que él también está rodeado de flaqueza" (Heb. 5:1 y 2).

Y es por eso que, a fin de poder ser un misericordioso y fiel Sumo Sacerdote en lo que es para con Dios, y a fin de llevar a la gloria a muchos hijos, convenía que, en tanto que Capitán de la salvación de ellos, "él también estuviese rodeado de flaqueza", que padeciese siendo tentado, que fuese "varón de dolores, experimentado en quebranto". Así, "debía ser en todo" conocedor de la experiencia humana, para "que se pueda compadecer de los ignorantes y extraviados" verdaderamente. En otras palabras, a fin de poder "venir a ser misericordioso y fiel pontífice en lo que es para con Dios", debió ser hecho "consumado por aflicciones".

"Ni nadie toma para sí la honra [del sacerdocio], sino el que es llamado de Dios, como Aarón. Así también Cristo no se glorificó a sí mismo haciéndose Pontífice, mas el que le dijo: Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy; Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote eternamente, según el orden de Melchisedec. El cual en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído por su reverencial miedo. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; Y consumado [habiendo sido probado hasta la perfección, en todos los puntos], vino a ser causa de eterna salud a todos los que le obedecen; Nombrado de Dios pontífice según el orden de Melchisedec" (Heb. 5:4-10).

"Y por cuanto no fue sin juramento, (porque los otros [los del sacerdocio levítico] cierto sin juramento fueron hechos sacerdotes; mas éste, con juramento por el que le dijo: Juró el Señor y no se arrepentirá: Tu eres sacerdote eternamente según el orden de Melchisedec): tanto de mejor testamento es hecho fiador Jesús". Así, por sobre los demás, Jesús fue constituido sacerdote por juramento de Dios. Por lo tanto, "tenemos tal Pontífice".

Además, "los otros [de la orden de Aarón] cierto fueron muchos sacerdotes, en cuanto por la muerte no podían permanecer. Mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable" (Heb. 7:20-24). Es constituido sacerdote para siempre mediante juramento de Dios. Es también hecho sacerdote "según la virtud de vida indisoluble" (Heb. 7:16). Como consecuencia, "permanece para siempre" y por eso mismo "tiene un sacerdocio inmutable". Y debido a todo lo anterior, "puede también salvar eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos" (Heb. 7:25). "Tenemos tal Pontífice".

Y "tal pontífice nos convenía: santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como los otros sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus pecados, y luego por los del pueblo: porque esto lo hizo una sola vez, ofreciéndose a sí mismo. Porque la ley constituye sacerdotes a hombres flacos; mas la palabra del juramento, después de la ley, constituye al Hijo [Sumo Sacerdote], hecho perfecto para siempre" (Heb. 7:26-28).