Consejos para la Iglesia

Capítulo 57

Nuestras relaciones con las autoridades civiles y con las leyes

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El apóstol delineó claramente cuál debía ser la actitud de los creyentes hacia las autoridades civiles: “Someteos a toda institución humana, ya sea al rey como superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien. Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey”. 1 Pedro 2:13-17.

Ciertos hombres han sido colocados sobre nosotros para gobernarnos, y hay leyes que rigen al pueblo. Si no fuera por estas leyes, la condición del mundo sería peor que la actual. Algunas de estas leyes son buenas y otras malas. Las últimas han estado aumentando, y aun hemos de vernos en dificultades. Pero Dios sostendrá a su pueblo para que se mantenga firme y viva de acuerdo con los principios de su Palabra.

Vi que en cada caso es nuestro deber obedecer las leyes de nuestro país, a menos que estén en conflicto con la ley superior que Dios pronunció con voz audible desde el Sinaí, y que grabó luego en piedra con su propio dedo. “Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”. Jeremías 31:33. El que tiene la ley de Dios escrita en el corazón obedecerá a Dios antes que a los hombres, y desobedecerá a todos los hombres antes que desviarse en lo mínimo del mandamiento de Dios. Los hijos de Dios, enseñados por la inspiración de verdad e inducidos por una buena conciencia a vivir según toda Palabra de Dios, tendrán su ley escrita en el corazón como la única autoridad que puedan reconocer u obedecer. La sabiduría y la autoridad divina son supremas.

El gobierno bajo el cual Jesús vivió era corrompido y opresivo; por todos lados había abusos clamorosos: extorsión, intolerancia y crueldad insultante. Sin embargo, el Salvador no intentó hacer reformas civiles, no atacó los abusos nacionales ni condenó a los enemigos nacionales. No intervino en la autoridad ni en la administración de los que estaban en el poder. El que era nuestro ejemplo se mantuvo alejado de los gobiernos terrenales. No porque fuese indiferente a los males de los hombres, sino porque el remedio no consistía en medidas simplemente humanas y externas. Para ser eficiente, la cura debía alcanzar a los hombres individualmente, y debía regenerar el corazón.

Vez tras vez se le pidió a Cristo que decidiera cuestiones políticas y legales. Pero él rehusó interferir en los asuntos temporales.

Cristo estuvo en nuestro mundo como la Cabeza del gran reino espiritual que vino a establecer en nuestro mundo el reino de justicia. Sus enseñanzas dieron evidencias de los principios ennoblecedores y santificadores que gobiernan su reino. Mostró que la justicia, la misericordia y el amor son los principios predominantes en el reino de Jehová.

Los espías vinieron a él con aparente sinceridad, como deseosos de conocer su deber, y dijeron: “Maestro, sabemos que dices y enseñas rectamente, y que no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios con verdad. ¿Nos es lícito dar tributo a César o no?”

La respuesta de Cristo no era una evasiva, sino una cándida respuesta a la pregunta. Teniendo en su mano la moneda romana, sobre la cual estaban estampados el nombre y la imagen de César, declaró que ya que estaban viviendo bajo la protección del poder romano, debían dar a ese poder el apoyo que exigía mientras no estuviese en conflicto con un deber superior.

Cuando los fariseos oyeron la respuesta de Cristo, “se maravillaron, y dejándole se fueron”. Había reprendido su hipocresía y presunción, y al hacerlo había expuesto un gran principio que define claramente los límites del deber que tiene el hombre para con el gobierno civil y su deber para con Dios.

Los juramentos

Vi que algunos de los hijos de Dios han cometido un error con respecto a los juramentos, y Satanás se ha aprovechado de esto para oprimirlos y sacarles el dinero de su Señor. Vi que las palabras de nuestro Señor: “No juréis en ninguna manera”, no se aplican al juramento judicial. “Sea vuestro hablar: sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede”. Mateo 5:34, 37. Esto se refiere a la conversación común. Algunos usan un lenguaje exagerado. Unos juran por su vida; otros por su cabeza, o declaran que están tan seguros de algo como de que viven, o de que tienen cabeza. Algunos toman el cielo y la tierra como testigo de que ciertas cosas son como ellos dicen. Algunos incitan a Dios a que les quite la vida si lo que dicen no es verdad. Contra esta clase de juramento común amonesta Jesús a sus discípulos.

Vi que el Señor tiene algo que hacer todavía con las leyes de la tierra. Mientras Jesús está en el santuario, los gobernantes y el pueblo sienten la restricción del Espíritu de Dios. Pero Satanás domina en extenso grado las masas del mundo, y si no fuera por las leyes de la tierra, experimentaríamos mucho sufrimiento. Se me mostró que cuando es realmente necesario y se llama a los hijos de Dios a testificar en forma legal, ellos no violan la Palabra de Dios al invocarle solemnemente como testigo de que dicen la verdad y sólo la verdad.

Vi que si hay en la tierra alguien que pueda testificar bajo juramento en forma consecuente, ese tal es el creyente. El vive a la luz del rostro de Dios. Se fortifica en su fortaleza. Y cuando la ley debe decidir asuntos de importancia, no hay quien pueda apelar con tanto acierto a Dios como el creyente. El ángel me ordenó notar que Dios jura por sí mismo.

Excitación con respecto a la política

Los que enseñan la Biblia en nuestras iglesias y escuelas no tienen libertad de unirse para hacer públicos sus prejuicios en pro o en contra de hombres o medidas políticas, porque al hacerlo excitan la mente de otros, induciendo a cada uno a defender su teoría favorita. Hay entre los que profesan creer la verdad presente, algunos que se verán así incitados a expresar sus sentimientos y preferencias políticas, de manera que se produzca división en el seno de la iglesia. El Señor quiere que su pueblo entierre las cuestiones políticas. Acerca de estos temas, el silencio es elocuencia. Dios pide a sus Seguidores que se unan en los puros principios del Evangelio que están claramente revelados en la Palabra de Dios. No podemos votar sin peligro por los partidos políticos; porque no sabemos para quiénes votamos. No podemos, sin riesgo, tomar parte en plan político alguno.

Los que son verdaderamente cristianos serán sarmientos de la vid verdadera y llevarán el mismo fruto que la vid. Obrarán en armonía, en compañerismo cristiano. No llevarán distintivos políticos, sino el distintivo de Cristo.

¿Qué hemos de hacer, pues? Dejar a un lado las cuestiones políticas.

Hay una gran viña que cultivar; pero mientras los creyentes trabajen entre los incrédulos, no han de parecer mundanos. No han de pasar su tiempo hablando de política ni desempeñando parte en ella; porque al hacerlo darían al enemigo oportunidad de penetrar y causar divergencia y discordancia.

Los hijos de Dios han de separarse de la política, de cualquier alianza con los incrédulos. No toméis parte en las luchas políticas. Separaos del mundo, y evitad de introducir en la iglesia o la escuela ideas que conducirán a contención y desorden. La disensión es el veneno moral introducido en el sistema por seres humanos egoístas.

Peligro de hacer declaraciones incautas

Enseñemos a nuestro pueblo a conformar su conducta en todas las cosas a las leyes de su estado, siempre que puedan hacerlo sin oponerse a la ley de Dios.

Algunos de nuestros hermanos han dicho y escrito muchas cosas que se interpretan como opuestas al gobierno y las leyes. Es un error exponernos así a una interpretación errónea. No es prudente censurar continuamente lo que están haciendo los gobernantes. Nuestra obra no consiste en atacar a los individuos o las instituciones. Debemos ejercer gran cuidado para no ser interpretados como opositores a las autoridades civiles. Es verdad que nuestra guerra es agresiva, pero nuestras armas deben basarse en un claro “Así dice Jehová”. Nuestra obra consiste en preparar un pueblo que subsista en el gran día de Dios. No debemos desviarnos y entrar en cosas que estimulen la controversia, ni despertar antagonismo en los que no son de nuestra fe.

Llegará el momento en que las expresiones incautas de un carácter denunciador, que hayan sido pronunciadas o escritas negligentemente por nuestros hermanos, serán usadas por nuestros enemigos para condenarnos. Las emplearán no sólo para condenar a los que hicieron las declaraciones, sino que las cargarán a toda la organización adventista. Nuestros acusadores dirán que en tal día y tal día, uno de nuestros hombres de responsabilidad habló así y así contra la administración de las leyes de este gobierno. Muchos se quedarán asombrados al ver cómo fueron archivadas muchas cosas que darán pie a los argumentos de nuestros adversarios. Muchos se sorprenderán al oír como sus propias palabras se repiten exageradas, para darles un significado que no se proponían darles. Por lo tanto, ejerzan cuidado nuestros hermanos y hablen cautelosamente en todo momento y en toda circunstancia. Sean todos cautos, no sea que por expresiones temerarias provoquen un tiempo de aflicción antes de la gran crisis que ha de probar las almas de los hombres.

Debemos recordar que el mundo nos juzgará por lo que aparentamos ser. Procuren no manifestar inconsecuencia de carácter los que quieren representar a Cristo. Antes de avanzar al frente, veamos que el Espíritu Santo haya sido derramado sobre nosotros. Cuando tal sea el caso, daremos un mensaje decidido, pero de un carácter mucho menos condenatorio que el que han estado dando algunos; y todos los creyentes serán mucho más fervientes en pro de la salvación de nuestros oponentes. Dejemos a Dios la responsabilidad de condenar a las autoridades y a los gobiernos. Con mansedumbre y amor, defendamos como centinelas fieles los principios de la verdad tal cual es en Jesús.

Leyes dominicales

Mientras profesan estar aliados con el Cielo y pretendan tener carácter de cordero, los poderes religiosos mostrarán por sus hechos Que tienen corazón de dragón y que son inspirados y dominados por Satanás. Se acerca el tiempo cuando el pueblo de Dios será perseguido porque santifica el séptimo día. Satanás hizo cambiar el día de reposo con la esperanza de derrotar los designios de Dios. Procura que los mandamientos de Dios tengan menos poder en el mundo que las leyes humanas. El hombre de pecado que pensó cambiar los tiempos y la ley, y que siempre oprimió al pueblo de Dios, hará promulgar leyes que obliguen a observar el primer día de la semana. Pero el pueblo de Dios debe permanecer firme por él. Y el Señor obrará en su favor, mostrando claramente que es Dios de dioses.

La ley relativa a la observancia del primer día de la semana proviene de una cristiandad apóstata. El domingo es una hechura del papado, exaltada por el mundo cristiano por encima del santo día de reposo de Jehová. En ningún caso deben rendirle homenaje los hijos de Dios. Pero quiero que entiendan que no es hacer la voluntad de Dios desafiar la oposición, cuando él desea que la evitemos. Así crean prejuicios tan acérrimos que imposibilitan la proclamación de la verdad. No hagáis en domingo demostración alguna que desafíe las leyes. Si ello sucede en un lugar y sois humillados, la misma cosa sucederá en otra parte. Podemos emplear el domingo para realizar una obra que favorecerá el lado de Cristo. Hagamos lo mejor que podamos trabajando con toda humildad y mansedumbre.

Consagrar el domingo al trabajo misionero es arrancar el látigo de las manos de los fanáticos arbitrarios, cuyo placer sería humillar a los adventistas del séptimo día. Cuando vean que dedicamos los domingos a visitar a la gente y explicarles las Escrituras, comprenderán que es inútil querer detener nuestra obra por medio de leyes dominicales.

El domingo puede dedicarse a diversas actividades que lograrán mucho resultado para Dios. Pueden celebrarse reuniones al aire libre y en las casas particulares. Puede trabajarse de casa en casa. Los que escriben pueden, en aquel día, redactar artículos para los periódicos. Cuando sea posible se celebrarán reuniones religiosas, y se las hará intensamente interesantes. Hablad con fuerza y seguridad del amor del Salvador, y cantad verdaderos himnos de despertamiento religioso. Hablad de la temperancia y de la vida religiosa genuina. Aprenderéis así el arte de trabajar y alcanzaréis a muchas almas.

Consagren los maestros de nuestras escuelas el domingo al trabajo misionero. Se me ha mostrado que así podrán desbaratar los planes del enemigo. Celebren los maestros, en compañía de sus alumnos, reuniones para aquellos que no conocen la verdad. Lograrán más así que de cualquier otro modo.

Debe darse al mundo la verdad, una verdad clara, nítida, positiva. Pero debe ser presentada en el espíritu de Cristo. Debemos ser como ovejas en medio de lobos. Perderán preciosas ocasiones de trabajar por el Maestro los que no estén dispuestos, por el amor de Cristo, a conformarse a las reglas de prudencia que él nos recomendó, y a permanecer pacientes, dueños de sí mismos. El Señor no ha encargado a su pueblo que injurie a los que traspasan su ley. Nunca debe atacarse a las demás iglesias.

Debemos hacer todo lo que podemos para eliminar el prejuicio que existe en muchas mentes contra nuestra obra y contra el día de reposo bíblico.