Consejos para la Iglesia

Capítulo 56

La relación con los que no son de nuestra fe

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Puede formularse la pregunta: ¿No hemos de tener ninguna unión con el mundo? La Palabra del Señor ha de ser nuestra guía. Cualquier conexión con los infieles e incrédulos que nos identificase con ellos, está prohibida por la Palabra. Hemos de salir de entre ellos, y estar separados. En ningún caso hemos de unirnos con ellos en sus planes de trabajo. Pero no hemos de vivir una vida de reclusión. Debemos hacer a los mundanos todo el bien que esté a nuestro alcance.

Cristo nos dio ejemplo de ello. Cuando los publicanos y pecadores lo invitaban a comer, no rehusaba; porque de ninguna otra manera que tratándose con ellos podía alcanzar esta clase. Pero en toda ocasión les presentaba temas de conversación que atraían su atención a cosas de interés eterno. Y él nos recomienda: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Mateo 5:16.

La sociedad de los incrédulos no nos hará daño si nos asociamos con ellos con el propósito de conectarlos con Dios, y si somos lo suficientemente fuertes espiritualmente como para resistir su influencia.

Cristo vino al mundo para salvarlo, para unir al hombre caído con el Dios infinito. Los seguidores de Cristo deben ser canales de luz. Manteniendo la comunión con Dios, deben transmitir a los que están en las tinieblas y el error las selectas bendiciones que ellos reciben del cielo. Enoc no se contaminó con la iniquidad que existía en sus días; ¿por qué tendríamos que contaminarnos en nuestros días? Podemos, al igual que nuestro Maestro, tener compasión por la humanidad doliente, piedad con los desdichados, y una consideración generosa hacia los sentimientos y necesidades de los pobres, los que tienen problemas y los desalentados.

Oro a Dios para que mis hermanos comprendan que el mensaje del tercer ángel significa mucho para nosotros, y que la observancia del verdadero día de reposo es la señal que distingue a los que sirven a Dios de los que no le sirven. Despiértense los que se han vuelto soñolientos e indiferentes. Somos llamados a ser santos y debemos aplicarnos cuidadosamente a no dar la impresión de que no tiene importancia que conservemos o no las características peculiares de nuestra fe. Nos incumbe la solemne obligación de asumir en favor de la verdad y de la justicia una posición más decidida que la que hemos asumido en lo pasado. La línea de demarcación entre los que guardan los mandamientos de Dios y los que no los guardan debe resaltar con claridad inequívoca. Debemos honrar concienzudamente a Dios y emplear diligentemente todos los medios para cumplir nuestro pacto con él, a fin de recibir sus bendiciones, que son tan esenciales para el pueblo que va a ser probado severamente. Deshonramos grandemente a Dios si damos la impresión de que nuestra fe y nuestra religión no constituyen una fuerza dominante en nuestra vida. Así nos apartamos de sus mandamientos, que son nuestra vida y negamos que él sea nuestro Dios y que seamos su pueblo.

Hablando a los ministros y grupos de otras denominaciones

Tal vez tengáis ocasión de hablar en otras iglesias. Al aprovechar esas oportunidades, recordad las palabras del Salvador: “Sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. Mateo 10:16. No estimuléis la malignidad del enemigo pronunciando declaraciones denunciatorias. En esa forma cerraríais las puertas a la entrada de la verdad. Hay que dar mensajes bien definidos, pero guardaos de crear antagonismo. Hay muchas almas que deben ser salvadas. Evitad toda expresión dura. En vuestras palabras y obras sed sabios para salvación, presentando a Cristo ante todas las personas con quienes os relacionéis. Vean todos que vuestros pies están calzados con el Evangelio de paz y buena voluntad hacia los hombres. Maravillosos serán los resultados que veremos si nos dedicamos a la obra llenos con el Espíritu de Cristo. Recibiremos ayuda en nuestra necesidad si llevamos a cabo la obra con justicia, misericordia y amor. La verdad triunfará y llevará hacia la victoria.

Tenemos una obra que hacer en favor de los ministros de las otras iglesias. Dios quiere que se salven. Ellos, como nosotros, pueden obtener la inmortalidad únicamente por la fe y la obediencia. Debemos trabajar con fervor para que la obtengan.Dios quiere que tengan una parte en su obra especial para este tiempo. Quiere que estén entre aquellos que han de dar a su familia alimento a su tiempo. ¿Por qué no se habrían de dedicar a esta obra?

Nuestros ministros deben procurar acercarse a los ministros de otras denominaciones. Oren por estos hombres y con ellos, pues Cristo intercede por ellos. Tienen una solemne responsabilidad. Como mensajeros de Cristo, debemos manifestar profundo y ferviente interés en estos pastores del rebaño.

Nuestros pastores han de hacer suya la obra especial de trabajar por los ministros. No han de entrar en polémica con ellos, sino que, con su Biblia en la mano, han de instarlos a estudiar la Palabra. Si esto se hace, hay muchos pastores que ahora predican el error, que predicarían la verdad para este tiempo.