Consejos para la Iglesia

Capítulo 47

La observancia del santo Sábado de Dios

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La observancia del sábado entraña grandes bendiciones, y Dios desea que el sábado sea para nosotros un día de gozo. La institución del sábado fue hecha con gozo. Dios miró con satisfacción la obra de sus manos. Declaró que todo lo que había hecho era “bueno en gran manera”. Génesis 1:31. El cielo y la tierra se llenaron de regocijo. “Cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios”. Job 38:7. Aunque el pecado entró en el mundo para mancillar su obra perfecta, Dios sigue dándonos el sábado como testimonio de que un Ser omnipotente, infinito en bondad y misericordia, creó todas las cosas. Nuestro Padre celestial desea, por medio de la observancia del sábado, conservar entre los hombres el conocimiento de sí mismo. Desea que el sábado dirija nuestra mente a él como el verdadero Dios viviente, y que por conocerle tengamos vida y paz.

Cuando el Señor liberó a su pueblo Israel de Egipto le confió su ley, le enseñó que por la observancia del sábado debía distinguirse de los idólatras. Así se crearía una distinción entre los que reconocían la soberanía de Dios y los que se negaban a aceptarle como su Creador y Rey. “Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel”, dijo el Señor. “Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo”. Éxodo 31:17, 16.

Así como el sábado fue la señal que distinguía a Israel cuando salió de Egipto para entrar en la Canaán terrenal, así también es la señal que ahora distingue al pueblo de Dios cuando sale del mundo para entrar en el reposo celestial. El sábado es una señal de la relación que existe entre Dios y su pueblo, una señal de que éste honra la ley de su Creador. Hace distinción entre los súbditos leales y los transgresores.

Desde la columna de nube, Cristo declaró acerca del sábado: “En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo: porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico”. Éxodo 31:13. El sábado que fue dado al mundo como señal de que Dios es el Creador, es también la señal de que es el Santificador. El poder que creó todas las cosas es el poder que vuelve a crear el alma a su semejanza. Para quienes lo santifican, el sábado es una señal de santificación. La verdadera santificación es armonía con Dios, unidad con él en carácter. Se recibe obedeciendo los principios que son el trasunto de su carácter. Y el sábado es la señal de obediencia. El que obedece de corazón el cuarto mandamiento, obedecerá toda la ley. Queda santificado por la obediencia.

A nosotros como a Israel nos es dado el sábado “por pacto perpetuo”. Para los que reverencian el santo día, el sábado es una señal de que Dios los reconoce como su pueblo escogido. Es una garantía de que cumplirá su pacto en su favor. Cada alma que acepta la señal del gobierno de Dios se coloca bajo el pacto divino y eterno. Se vincula con la cadena áurea de la obediencia, de la cual cada eslabón es una promesa.

Acuérdate del día del sábado

Al mismo principio del cuarto mandamiento, el Señor dijo: “Acordarte has”. Sabía que entre la multitud de cuidados y perplejidades, el hombre se vería tentado a excusarse de satisfacer todo lo requerido por la ley, o se olvidaría de su importancia sagrada. Por lo tanto dijo: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo”. Éxodo 20:8.

Durante toda la semana, debemos recordar el sábado y hacer preparativos para guardarlo según el mandamiento. No sólo debemos observar el sábado en forma legal. Debemos comprender su importancia espiritual sobre todas las acciones de nuestra vida. Todos los que consideran el sábado como una señal entre ellos y Dios y demuestren que Dios es quien los santifica, representarán los principios de su gobierno. Pondrán diariamente en práctica las leyes de su reino. Diariamente rogarán que la santificación del sábado descanse sobre ellos. Cada día tendrán el compañerismo de Cristo y ejemplificarán la perfección de su carácter. Cada día su luz brillará para los demás en sus buenas obras.

En todo lo que pertenece al éxito de la obra de Dios, las primeras victorias se han de ganar en el hogar. Allí debe empezar la preparación para el sábado. Recuerden los padres durante toda la semana que su hogar ha de ser una escuela en la cual sus hijos se prepararán para los atrios celestiales. Sean correctas sus palabras. No escapen de sus labios expresiones que sus hijos no debieran oír. Mantengan su espíritu libre de irritación. Padres, vivid durante la semana como a la vista de un Dios santo, que os ha dado hijos para que los preparéis para él. Educad así la pequeña iglesia que hay en vuestro hogar, a fin de que el sábado todos puedan estar preparados para adorar en el santuario del Señor. Presentad cada mañana y noche vuestros hijos a Dios como su heredad comprada con sangre. Enseñadles que es su más alto deber y privilegio amar y servir a Dios.

Cuando el sábado se recuerda así, no se permitirá que lo temporal usurpe lo que pertenece a lo espiritual. Ningún deber que incumbe a los seis días hábiles será dejado para el sábado. Durante la semana nuestras energías no se agotarán de tal manera en el trabajo temporal que, en el día en que el Señor descansó y fue refrigerado, estemos demasiado cansados para dedicarnos a su servicio.

Aunque deben hacerse preparativos para el sábado durante toda la semana, el viernes es un día especial de preparación. Por medio de Moisés, el Señor dijo a los hijos de Israel: “Mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado a Jehová; lo que habéis de cocer, cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana”. “El pueblo se esparcía y lo recogía [el maná] y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo”. Éxodo 16:23; Números 11:8. Había algo que hacer para preparar el pan enviado por el cielo a los hijos de Israel. El Señor les dijo que esta obra debía hacerse en viernes, día de preparación.

Termínense el viernes los preparativos para el sábado. Cuidad de que toda la ropa esté lista y que se haya cocinado todo lo que debe cocinarse, que se hayan lustrado los zapatos y tomado los baños. Es posible lograr todo esto. Si lo establecéis como regla, podéis hacerlo. El sábado no debe destinarse a reparar ropas, a cocinar alimentos, a los placeres, o a otra ocupación mundanal. Antes de que se ponga el sol, debe ponerse a un lado todo trabajo secular, y guardarse fuera de la vista todos los periódicos de ese carácter. Padres, explicad a vuestros hijos lo que hacéis y os proponéis, y dejadlos participar en vuestra preparación para guardar el sábado según el mandamiento.

Debemos cuidar celosamente las extremidades del sábado. Recordemos que cada momento es tiempo santo y consagrado. Siempre que se pueda los patrones deben dejar en libertad a sus obreros desde el viernes al mediodía hasta el principio del sábado. Dadles tiempo para la preparación, a fin de que puedan dar la bienvenida al día del Señor con espíritu tranquilo. Una conducta tal no os infligirá pérdidas, ni aun en las cosas temporales.

Hay otra obra que debe recibir atención en el día de preparación. En ese día deben ponerse a un lado todas las divergencias entre hermanos, ora sea en la familia o en la iglesia. Expúlsese del alma toda amargura, ira y malicia. Con espíritu humilde, “confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por otros, para que seáis sanados”. Santiago 5:16.

Nada de lo que a los ojos del cielo será considerado como violación del santo sábado debe dejarse para ser dicho o hecho en el sábado. Dios requiere no sólo que evitemos el trabajo físico en sábado, sino que disciplinemos nuestra mente para que se espacie en temas sagrados. Se infringe virtualmente el cuarto mandamiento al conversar de cosas mundanales, o al dedicarse a una conversación liviana y trivial. El hablar de cualquier cosa o de todo lo que acude a la mente es pronunciar nuestras propias palabras. Toda desviación de lo recto nos pone en servidumbre y condenación.

El culto de puesta del sol

El sábado tiene un carácter mucho más sagrado que el que le atribuyen muchos de los que profesan observarlo. El Señor ha sido grandemente deshonrado por aquellos que no han guardado el sábado de acuerdo con el mandamiento, en la letra y el espíritu. El pide una reforma en la observancia del sábado.

Antes de que se ponga el sol, congréguense los miembros de la familia para leer la Palabra de Dios y para cantar y orar. Se necesita una reforma en esto, porque muchos han sido remisos. Necesitamos confesarnos a Dios y unos a otros. Debemos empezar de nuevo a hacer arreglos especiales para que cada miembro de la familia sea preparado para honrar el día que Dios ha bendecido y santificado.

Tomen parte los niños en el culto de familia. Traigan todos sus Biblias, y lea cada uno de ellos uno o dos versículos. Luego cántese algún himno familiar, seguido de oración. Para ésta, Cristo ha dejado un modelo. El Padrenuestro no fue destinado a ser repetido simplemente como una fórmula, sino que es una ilustración de lo que deben ser nuestras oraciones: sencillas, fervientes y abarcantes. En una simple oración, expresad al Señor vuestras necesidades, y gratitud por su misericordia. Así invitáis a Jesús como vuestro huésped bienvenido en el hogar y el corazón. En la familia, las largas oraciones acerca de objetos remotos no están en su lugar. Hacen cansadora la hora de la oración, cuando debiera ser considerada como un privilegio y una bendición. Procurad que ese momento ofrezca interés y gozo.

Al bajar el sol, señalen la voz de la oración y el himno de alabanza el fin de las horas sagradas, e invitad a Dios a acompañaros con su presencia en los cuidados de la semana de trabajos.

Santificar el sábado para el Señor significa salvación eterna. Dios dice: “Yo honraré a los que me honran”. 1 Samuel 2:30.

Las horas más sagradas de la familia

La escuela sabática y la reunión del culto ocupan sólo una parte del sábado. La parte que queda para la familia puede abarcar las más sagradas y preciosas horas del sábado. Mucho de este tiempo deben pasarlo los padres con sus hijos. En muchas familias se deja solos a los niños menores, para que se diviertan lo mejor que puedan. En tales condiciones, no tardan en volverse inquietos, empiezan a jugar y se dedican a causar perjuicios. Así el sábado no tiene para ellos significado sagrado. Cuando el tiempo es agradable, paseen los padres con sus hijos por los campos y huertos. En medio de las cosas hermosas de la naturaleza, explíquenles por qué fue instituido el sábado. Descríbanles la gran obra creadora de Dios. Díganles que cuando la tierra salió de su mano era santa y hermosa. Cada flor, cada arbusto, cada árbol, respondía al propósito de su Creador. Todo lo que veían los ojos era hermoso y llenaba la mente de pensamientos relativos al amor de Dios. Todo sonido era música en armonía con la voz de Dios. Mostradles que fue el pecado lo que mancilló la obra perfecta de Dios; que las espinas y los cardos, el pesar y la muerte, son todos resultados de la desobediencia a Dios. Invitadlos a ver cómo la tierra, aunque mancillada por la maldición del pecado, sigue revelando la bondad de Dios. Los campos verdes, los altos árboles, la alegre luz del sol, las nubes, el rocío, la quietud solemne de la noche, la gloria del cielo estrellado y la luna en su belleza, todo da testimonio del Creador. No cae una gota de lluvia ni un rayo de sol sobre nuestro mundo desagradecido que no testifique de la tolerancia y del amor de Dios.

Habladles del camino de la salvación; de cómo “amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16. Repítase la dulce historia de Belén. Preséntese a Jesús a los niños, como niño obediente a sus padres, como joven fiel y laborioso, que ayudaba a sostener la familia. Así podéis enseñarles que el Salvador conoce las pruebas, perplejidades y tentaciones, las esperanzas y los goces de los jóvenes, y que puede simpatizar con ellos y ayudarles. De vez en cuando, leedles las interesantes historias de la Biblia. Interrogadlos acerca de lo que han aprendido en la escuela sabática y estudiad con ellos la lección del próximo sábado.

En el sábado debe haber una solemne dedicación de la familia a Dios. El mandamiento incluye a todos los que están dentro de nuestras puertas; todos los comensales de la casa deben poner a un lado sus quehaceres mundanos, y dedicar las horas sagradas a la devoción. Unanse todos en servir alegremente a Dios en su santo día.

Cristo dijo: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Mateo 18:20. Dondequiera que haya siquiera dos o tres creyentes, reúnanse en sábado para pedir al Señor el cumplimiento de su promesa.

Los pequeños grupos reunidos para adorar a Dios en su santo día tienen derecho a pedir la rica bendición de Jehová. Deben creer que el Señor Jesús es un huésped honrado en sus asambleas. Cada verdadero adorador que santifica el sábado debe aferrarse a la promesa: “Para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico”. Éxodo 31:13.

El sábado fue hecho para el hombre, para beneficiarle al apartar su espíritu de la labor secular a fin de que contemple la bondad y la gloria de Dios. Es necesario que el pueblo de Dios se reúna para hablar de él, para intercambiar pensamientos e ideas acerca de las verdades contenidas en su Palabra, y dedicar una parte del tiempo a la oración apropiada. Pero estos momentos, aun en sábado, no deben ser hechos tediosos por su dilatación y falta de interés.

Cuando no hay predicador en la iglesia, alguno debe ser nombrado director de la reunión. Pero no es necesario que predique un sermón u ocupe gran parte del tiempo de culto. Un estudio corto e interesante de la Biblia será con frecuencia de mayor beneficio que un sermón. Puede ir seguido de una reunión de oración y testimonio.

Cada uno debe sentir que tiene una parte que desempeñar para hacer interesantes las reuniones del sábado. No hemos de reunirnos simplemente por formalismo, sino para un intercambio de pensamientos, para relatar nuestra experiencia diaria, para expresar agradecimiento y nuestro sincero deseo de ser iluminados divinamente, para que conozcamos a Dios y a Jesucristo al cual él envió. El platicar juntos acerca de Cristo fortalecerá el alma para las pruebas y conflictos de la vida. Nunca pensemos que podemos ser cristianos y encerrarnos, sin embargo, dentro de nosotros mismos. Cada uno es parte de la gran trama de la humanidad, y su experiencia será mayormente determinada por la experiencia de sus asociados.

La Escuela Sabática

El objeto de la obra de la escuela sabática debe ser cosechar almas. Puede ser que el modo de trabajar sea sin tacha, que las facilidades sean todo lo que se pudiera desear; pero si los niños y jóvenes no son llevados a Cristo, la escuela ha fracasado, porque a menos que las almas sean atraídas a Cristo, llegan a ser más y más insensibles como resultado de la influencia de una religión formal. El maestro debería cooperar, mientras Cristo llama a la puerta del corazón de los que necesitan ayuda. Si los alumnos responden a las súplicas del Espíritu y abren la puerta del corazón para que entre Jesús, él abrirá su entendimiento a fin de que comprendan las cosas de Dios. La obra del maestro es sencilla, pero si éste la hace con el espíritu de Jesús, le serán añadidas profundidad y eficiencia por la operación del Espíritu de Dios.

Padres, apartad un poco de tiempo cada día para estudiar la lección de la escuela sabática con vuestros hijos. Sacrificad la visita social, si es necesario, antes que la hora dedicada a las preciosas lecciones de la historia sagrada. Los padres, tanto como los hijos, recibirán beneficio de este estudio. Apréndanse de memoria, no como una tarea, sino como un privilegio, los pasajes más importantes de las Escrituras que están relacionados con la lección. Aunque al principio la memoria sea defectuosa, por medio del ejercicio irá ganando fuerza, de manera que después de un tiempo os deleitaréis en atesorar de esta manera las preciosas palabras de verdad. Y la costumbre resultará ser una ayuda valiosísima para el crecimiento religioso...

Sed sistemáticos en el estudio de las Escrituras con vuestras familias. Dejad cualquier cosa de naturaleza temporal; omitid toda costura innecesaria y provisión de mesa de que no se haya menester, pero aseguraos de que el alma sea alimentada con el pan de vida. Es imposible calcular los buenos resultados de una hora, o aun media hora, cada día, dedicadas de una manera gozosa y sociable a la Palabra de Dios. Haced de la Biblia su propio intérprete, reuniendo todo lo que ella en diferentes tiempos y circunstancias dice tocante a un asunto determinado. No interrumpáis vuestra clase doméstica al venir visitas. Si éstas llegan durante el estudio, invitadlas a tomar parte en él. Manifestad que consideráis más importante obtener un conocimiento de la Palabra de Dios que adquirir las ganancias o placeres del mundo.

En algunas escuelas [sabáticas], siento decirlo, prevalece la costumbre de leer [literalmente] el folleto de la lección. Esto no debería ser así. No hay necesidad de que así sea, si el tiempo que muchas veces se emplea inútil y pecaminosamente es dedicado al estudio de las Escrituras. No hay razón alguna para que las lecciones de la escuela sabática deban ser aprendidas menos perfectamente por los maestros o alumnos que las de la escuela diaria. Deberían ser aprendidas mejor, puesto que tratan de asuntos infinitamente más importantes. La negligencia en esto desagrada a Dios.

Es menester que el corazón de quienes enseñan en la escuela sabática sea calentado y vigorizado por la verdad de Dios, no siendo oidores solamente, sino también hacedores de la Palabra. Deberían nutrirse de Cristo, como los pámpanos se nutren de la vid. El rocío de gracia celestial debería caer sobre ellos, para que su corazón fuese como planta preciosa, cuyos capullos se abren y desarrollan y despiden grata fragancia, como flores en el jardín de Dios. Los maestros deberían ser estudiantes diligentes de la Palabra de Dios, y revelar siempre el hecho de que están aprendiendo diariamente lecciones en la escuela de Cristo, y que son aptos para comunicar a otros la luz que ellos han recibido de Aquel que es el Gran Maestro, la Luz del mundo.

Al elegirse dirigentes de cuando en cuando, cuídese de que no dominen las preferencias personales, sino colóquense en los puestos de responsabilidad a aquellos que estáis convencidos de que aman y temen a Dios y de que lo tomarán por consejero.

Es lícito hacer bien en el sábado

Tanto en el hogar como en la iglesia, debe manifestarse un espíritu de servicio. El que nos dio seis días para nuestro trabajo temporal, bendijo y santificó el séptimo día y lo puso aparte para sí. En ese día bendecirá de una manera especial a todos los que se consagren a su servicio.

Todo el cielo observa el sábado, pero no de una manera desatenta y ociosa. En ese día, cada energía del alma debe despertarse; porque, ¿no hemos de encontrarnos con Dios y con Cristo nuestro Salvador? Podemos contemplarle por la fe. El anhela refrescar y bendecir toda alma.

La misericordia divina ha indicado que se debe cuidar a los enfermos y dolientes; el trabajo requerido para que estén cómodos es una obra necesaria, y no una violación del sábado. Debe evitarse todo trabajo innecesario. Muchos postergan negligentemente hasta el comienzo del sábado cosas pequeñas que debieran hacerse en el día de preparación. Esto no debe ser. Cualquier trabajo que sea descuidado hasta el comienzo del tiempo sagrado debe permanecer sin hacerse hasta que haya pasado el sábado.

Aunque debe evitarse el cocinar en sábado, no es necesario comer alimentos fríos. En tiempo frío, caliéntese el alimento preparado el día antes. Y sean las comidas, aunque sencillas, atrayentes y sabrosas. Provéase algo que sea considerado como un plato especial, algo que la familia no tiene cada día.

Si deseamos la bendición prometida a los obedientes, debemos observar el sábado más estrictamente. Temo que con frecuencia hagamos en ese día viajes que podrían evitarse. De acuerdo con lo que el Señor me ha comunicado acerca de la observancia del sábado, debemos ser más cuidadosos en cuanto a viajar en los barcos o coches en ese día. En este asunto, debemos dar el debido ejemplo a nuestros niños y jóvenes. A fin de alcanzar las iglesias que necesitan nuestra ayuda y darles el mensaje que Dios desea que oigan, puede sernos necesario viajar en sábado; pero hasta donde podamos debemos conseguir nuestros pasajes y hacer todos los arreglos necesarios en algún otro día. Cuando emprendemos un viaje, debemos hacer todo esfuerzo para evitar que nuestra llegada a destino sea en sábado.

Cuando estamos obligados a viajar en sábado, debemos tratar de evitar la compañía de aquellos que desviarían nuestra atención a los asuntos mundanales. Debemos mantenerla fija en Dios y en comunión con él. Cuando quiera que se presente la oportunidad, debemos hablar a otros acerca de la verdad. Debemos estar siempre listos para aliviar los sufrimientos y ayudar a los que están en necesidad. En tales casos, Dios desea que el conocimiento y la sabiduría que nos ha dado sean aprovechados. Pero no debemos hablar de negocios ni dedicarnos a conversaciones comunes y mundanas. En todo tiempo y lugar, Dios requiere que le demostremos nuestra lealtad honrando el sábado.

La asistencia a la escuela en sábado

Quienquiera que obedezca el cuarto mandamiento hallará que se traza una línea de separación entre él y el mundo. El sábado no es un requerimiento humano, sino una prueba de Dios. Es lo que distinguirá a quienes sirven a Dios de los que no le sirven; y acerca de este punto se producirá el último gran conflicto de la controversia entre la verdad y el error.

Algunos de nuestros hermanos han enviado sus hijos a la escuela en sábado. No estaban obligados a hacer esto, pero las autoridades escolares ponían reparos a recibir a los niños a menos que asistieran los seis días. En algunas de estas escuelas, los alumnos no sólo reciben instrucción en los ramos comunes de estudio, sino que se les enseña a hacer diversas clases de trabajo; y allí los niños de los que profesan guardar los mandamientos de Dios han sido enviados en sábado. Algunos padres han procurado justificar su conducta citando la declaración de Cristo, de que es lícito hacer bien en sábado. Pero el mismo raciocinio demostraría que los hombres pueden trabajar en sábado porque deben ganar el pan de sus hijos; y no habría límite ni frontera para indicarnos lo que debe hacerse y lo que no debe hacerse.

Nuestros hermanos no pueden esperar la aprobación de Dios mientras colocan a sus hijos donde les es imposible obedecer el cuarto mandamiento. Deben esforzarse por hacer algún arreglo con las autoridades para que sus hijos sean excusados de asistir a la escuela el séptimo día. Si esto fracasa, entonces su deber es claro: obedecer a cualquier costo los requerimientos de Dios.

Algunos insistirán en que el Señor no es tan meticuloso en sus requerimientos; que no es su deber observar estrictamente el sábado con tanta pérdida, ni ponerse en conflicto con las leyes del país. Pero en esto es precisamente donde viene la prueba, en saber si honraremos la ley de Dios por encima de los requerimientos de los hombres. Esto es lo que hará distinción entre quienes honran a Dios y quienes le deshonran. En esto es donde hemos de demostrar nuestra lealtad. La historia del trato de Dios con su pueblo en todas las épocas demuestra que él exige una obediencia estricta.

Si los padres permiten que sus hijos reciban educación en el mundo y hagan del sábado un día común, entonces no podrá ser puesto sobre ellos el sello de Dios. Serán destruidos con el mundo: y, ¿no recaerá su sangre sobre los padres? Pero si enseñamos fielmente a nuestros hijos los mandamientos de Dios, los sometemos a la autoridad paternal y luego por la fe y la oración los confiamos a Dios, él cooperará con nuestros esfuerzos porque lo ha prometido. Y cuando el azote abrumador recorra la tierra, ellos estarán con nosotros escondidos en el pabellón secreto del Señor.

Un día de descanso de las actividades seculares

Es de parte del hombre mortal la más grosera presunción aventurarse a hacer una especie de componenda con el Todopoderoso a fin de asegurar sus propios intereses temporales mezquinos. El emplear ocasionalmente el sábado para los negocios seculares es una violación tan flagrante de la ley como el rechazarla enteramente; porque es hacer de los mandamientos del Señor un asunto de conveniencia. “Yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso” (Éxodo 20:5), es lo que repercute con voz de trueno desde el Sinaí. Ninguna obediencia parcial, ningún interés dividido acepta Aquel que declara que las debilidades de los padres serán castigadas en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que le aborrecen, y que manifestará misericordia en millares de generaciones a aquellos que le aman y guardan sus mandamientos. No es asunto sin importancia robar a un vecino, y grande es el estigma impuesto al culpable de semejante acto; sin embargo, el que nunca defraudaría a sus semejantes, roba sin vergüenza alguna a su Padre celestial el tiempo que ha bendecido y apartado con un propósito especial.

Debe velarse sobre las palabras y los pensamientos. Los que hablan de asuntos comerciales y hacen planes en sábado, son considerados por Dios como si se hubiesen dedicado realmente a efectuar los negocios. Para santificar el sábado, no debemos permitir siquiera a nuestra mente que se espacie en cosas de carácter mundano.

Dios ha hablado y quiere que el hombre obedezca. No pregunta si le es conveniente hacerlo. El Señor de la vida y la gloria no consultó su conveniencia o placer cuando dejó su puesto y elevada jerarquía para venir a ser varón de dolores y experimentado en quebranto, para aceptar la ignominia y la muerte a fin de librar al hombre de las consecuencias de su desobediencia. Jesús murió, no para salvar al hombre en sus pecados, sino de sus pecados. El hombre ha de abandonar el error de sus caminos, seguir el ejemplo de Cristo, tomar su cruz y seguirlo, negándose a sí mismo y obedeciendo a Dios a todo costo.

Las circunstancias no justificarán a nadie que trabaje en sábado por amor a la ganancia mundanal. Si Dios excusa a un hombre, puede excusarlos a todos. ¿Por qué no habría de trabajar en sábado para ganarse la vida el Hno. L*** que es pobre, cuando al hacerlo podría sostener mejor su familia? ¿Por qué no podrían los otros hermanos, o todos nosotros, guardar el sábado únicamente cuando fuese conveniente hacerlo? La voz del Sinaí responde: “Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; más el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios”. Éxodo 20:9, 10.

Su edad no lo dispensa a usted de obedecer a los mandatos divinos. Abrahán fue probado estrictamente en su vejez. Al afligido anciano le parecían terribles e inoportunas las palabras del Señor, pero no puso en duda su justicia ni vaciló en su obediencia. Podría haber alegado que era anciano y débil, y que no podía sacrificar al hijo que era el gozo de su vida. Podría haber recordado al Señor que esta orden contrariaba las promesas que le había hecho respecto de su hijo. Pero Abrahán obedeció sin una queja ni un reproche. Su confianza en Dios fue implícita.

Los ministros de Jesús deben reprender a los que no se acuerdan del sábado para santificarlo. Deben reprender bondadosa y solemnemente a los que participan en conversación mundanal en sábado, y al mismo tiempo aseveran ser observadores del sábado. Deben estimular la devoción a Dios en su santo día.

Nadie debe sentirse libre para pasar el tiempo santificado de una manera que no sea provechosa. Desagrada a Dios que los observa dores del sábado duerman durante gran parte del sábado. Deshonran a su Creador al hacerlo. Por su ejemplo dicen que los seis días son demasiado preciosos para que ellos los pasen descansando. Deben ganar dinero, aunque sea privándose del sueño que necesitan, y lo recuperan durmiendo durante el tiempo santo. Luego se disculpan diciendo: “El sábado fue dado como día de reposo. No me privaré del descanso para asistir a la reunión; porque necesito descansar”. Los tales hacen un uso erróneo del día santificado. En este día deben interesar especialmente a sus familias en la observancia del mismo, y congregarse en la casa de oración, con los pocos o con los muchos que asistan, según sea el caso. Deben dedicar su tiempo y sus energías a los ejercicios espirituales, para que la influencia divina que descansa sobre el sábado los acompañe durante la semana. De todos los días de la semana, ninguno es tan favorable para los pensamientos y sentimientos de devoción como el sábado.

Si el sábado se hubiera santificado siempre, jamás habría podido haber ateos ni idólatras.

La institución del sábado, que tiene su origen en el Edén, es tan antigua como el mundo mismo. Ese día fue observado por todos los patriarcas, desde la creación en adelante. Durante su servidumbre en Egipto, los israelitas fueron obligados por sus amos a violar el sábado, y perdieron en gran parte el conocimiento de su santidad. Cuando se proclamó la ley en el Sinaí, las primeras palabras del cuarto mandamiento fueron: “Acuérdate de santificar el día del sábado”, lo cual demuestra que el sábado no se instituyó entonces; se señala su origen haciéndolo remontar a la creación. Para borrar a Dios de la mente de los hombres, Satanás se propuso derribar este gran monumento recordativo. Si pudiera inducir a los hombres a olvidar a su Creador, ya no harían esfuerzos para resistir al poder del mal, y Satanás estaría seguro de su presa.

Las bendiciones de la observancia del sábado

Se me mostró que todo el cielo contemplaba y observaba durante el sábado a los que reconocen los requerimientos del cuarto mandamiento y guardan el sábado. Los ángeles tomaban nota de su interés en la institución divina y su alta consideración por ella. Los que santificaban al Señor en su corazón por una actitud estrictamente devocional, y procuraban aprovechar las horas sagradas observando el sábado lo mejor posible y honrar a Dios llamando delicias al sábado, eran especialmente bendecidos de los ángeles con luz y salud y recibían fuerza especial.

El cumplimiento estricto de los requerimientos del Cielo imparte bendiciones tanto temporales como espirituales.

“Bienaventurado el hombre que hace esto, y el hijo de hombre que lo abraza; que guarda el día de reposo para no profanarlo, y que guarda su mano de hacer todo mal”. “Y a los hijos de los extranjeros que siguen a Jehová para servirle, y que amen el nombre de Jehová para ser sus siervos; a todos los que guarden el día de reposo para no profanarlo y abracen mi pacto, yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé en mi casa de oración”. Isaías 56:2, 6, 7.

Así que mientras duren los cielos y la tierra, el sábado continuará siendo una señal del poder del Creador. Cuando el Edén vuelva a florecer en la tierra, el santo día de reposo de Dios será honrado por todos los que moren debajo del sol. “De sábado en sábado”, los habitantes de la tierra renovada y glorificada, subirán “a adorar delante de mí, dijo Jehová”.