Consejos para la Iglesia

Capítulo 44

La organización de la Iglesia

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Alguien debe cumplir la comisión de Cristo; alguien debe continuar la obra que él comenzó a hacer en la tierra; y ese privilegio se le ha dado a la iglesia. Fue organizada para este propósito.

Los pastores deben amar el orden, y deben disciplinarse a sí mismos, y entonces podrán disciplinar con éxito a la iglesia de Dios, para enseñarle a trabajar en forma armoniosa, como una compañía de soldados bien ejercitados. Si la disciplina y el orden son necesarios para el éxito en el campo de batalla, tanto más necesarios son en la guerra en la cual estamos empeñados, cuanto el objetivo que ha de ser ganado es de mayor valor y de más elevado carácter que el objetivo por el cual las fuerzas opositoras contienden en el campo de batalla. En el conflicto en el cual estamos empeñados se hallan en juego intereses eternos.

Los ángeles trabajan en forma armoniosa. Un orden perfecto caracteriza todos sus movimientos. Cuanto más de cerca imitemos la armonía y el orden de la hueste angelical, más éxito tendrán los esfuerzos de estos agentes celestiales en nuestro favor. Los que tienen la unción de lo alto estimularán el orden, la disciplina y la unidad de acción y entonces los ángeles de Dios podrán cooperar con ellos. Pero nunca, nunca estos mensajeros celestiales respaldarán la irregularidad, la desorganización y el desorden. Todos estos males son el resultado de los esfuerzos de Satanás para debilitar nuestras fuerzas, para destruir nuestro valor, y para impedir el éxito de la acción.

Satanás sabe bien que el éxito puede acompañar únicamente al orden y la acción armoniosa. Bien sabe que todo lo que está relacionado con el cielo está en perfecto orden, que la sujeción y la disciplina señalan los movimientos de la hueste angelical. Es su firme propósito apartar a los profesos cristianos tanto como sea posible del orden del cielo; por lo tanto, engaña aun a los que profesan ser hijos de Dios y les hace creer que el orden y la disciplina son enemigos de la espiritualidad, que la única seguridad para ellos consiste en permitir que cada uno siga su propia conducta, y en permanecer especialmente distintos de los cuerpos de cristianos que están unidos y trabajan para establecer la disciplina y la armonía de acción. Todos los esfuerzos hechos para establecer el orden son considerados peligrosos, una restricción de la libertad que es lícito gozar, y por lo tanto se los teme como papismo. Estas almas tan celosas consideran que es una virtud jactarse de su libertad para pensar y actuar en forma independiente. No aceptan indicaciones de nadie. No se consideran responsables ante ningún hombre. Se me mostró que es la obra especial de Satanás inducir a los hombres a sentir que Dios les ha ordenado hacer cosas por su cuenta y escoger su propia forma de obrar independientemente de sus hermanos.

Dios ha hecho de su iglesia en la tierra un canal de luz, y por su medio comunica sus propósitos y su voluntad. No le da a uno de sus siervos una experiencia distinta a la del resto de la iglesia y contraria a ella. Ni da a conocer a un solo hombre su voluntad con respecto a la iglesia, mientras deja a ésta—el cuerpo de Cristo—en tinieblas. En su providencia, pone a sus siervos en estrecha relación con su iglesia, a fin de que tengan menos confianza en sí mismos y más confianza en otros a quienes está guiando para promover su obra.

Iglesias organizadas por los profetas

La organización de la iglesia de Jerusalén debía servir de modelo para la de las iglesias que se fundaran en muchos otros lugares donde los mensajeros de la verdad fuesen a trabajar a fin de ganar conversos para el Evangelio. Los que habían asumido la responsabilidad del gobierno general de la iglesia no habían de enseñorearse de la heredad de Dios, sino que, como prudentes pastores, tenían que apacentar la grey de Dios siendo “ejemplos de la grey” (1 Pedro 5:2, 3), y los diáconos debían ser “varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría”. Estos hombres debían mantenerse unidos de parte de la justicia y permanecer firmes y decididos. Así ejercerían una influencia unificadora sobre toda la grey.

Como factor importante del crecimiento espiritual de los nuevos conversos, los apóstoles se esforzaron por rodearlos con las salvaguardias de las disposiciones evangélicas. Organizaron iglesias en todos los lugares de Licaonia y Pisidia donde había creyentes. En cada iglesia elegían dirigentes y establecían el debido orden y sistema para la conducción de todos los asuntos que tenían que ver con el bienestar espiritual de los creyentes.

Esto estaba en armonía con el plan evangélico de unir en un solo cuerpo a todos los creyentes en Cristo, y Pablo tuvo mucho cuidado de seguir este plan en todo su ministerio. Los que en cualquier lugar eran inducidos por sus labores a aceptar a Cristo como su Salvador, eran, al debido tiempo, organizados en iglesia. Se hacía esto aunque los creyentes fueran pocos. Así se les enseñaba a los cristianos a ayudarse unos a otros, recordando la promesa: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Mateo 18:20.

Haciendo frente a la disensión en la iglesia

En Jerusalén, los delegados de Antioquía se encontraron con los hermanos de las diversas iglesias, que se habían reunido para asistir a un concilio general, y les relataron el éxito que había tenido su ministerio entre los gentiles. Expusieron entonces la confusión provocada por el hecho de que ciertos fariseos convertidos habían ido a Antioquía y habían declarado que para salvarse, los conversos gentiles debían circuncidarse y guardar la ley de Moisés.

Esta cuestión se discutió calurosamente en la asamblea.

Plugo al Espíritu Santo no imponer la ley ceremonial a los conversos gentiles, y la actitud de los apóstoles en cuanto a este asunto era como la actitud misma del Espíritu de Dios. Santiago presidía el concilio, y su decisión final fue “yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios”.

Esto puso fin a la discusión.

En este caso, Santiago parece haber sido escogido para anunciar la decisión a la cual había llegado el concilio.

Los conversos gentiles, sin embargo, debían abandonar las costumbres que no concordaban con los principios del cristianismo. Los apóstoles y ancianos convinieron, por lo tanto, en pedir a los gentiles, por carta, que se abstuvieran de los alimentos ofrecidos a los ídolos, de fornicación, de cosa estrangulada, y de sangre. Debía instárselos a guardar los mandamientos y a vivir una vida santa. Debía asegurárseles también que los que habían declarado obligatoria la circuncisión no estaban autorizados por los apóstoles para hacerlo.

El concilio que decidió este caso estaba compuesto por los apóstoles y maestros que se habían destacado en fundar iglesias cristianas judías y gentiles, con delegados escogidos de los diversos lugares. Estaban presentes los ancianos de Jerusalén y los delegados de Antioquía, y estaban representadas las iglesias de más influencia. El concilio procedió de acuerdo con las disposiciones de un juicio iluminado, y con la dignidad de una iglesia establecida por la voluntad divina. Como resultado de sus deliberaciones, todos vieron que Dios mismo había resuelto la cuestión en disputa concediendo a los gentiles el Espíritu Santo; y comprendieron que a ellos les correspondía seguir la dirección del Espíritu.

No todo el cuerpo de cristianos fue llamado a votar sobre este asunto. Los “apóstoles y ancianos”, hombres de influencia y juicio, redactaron y promulgaron el decreto, que fue luego aceptado generalmente por las iglesias cristianas. No todos, sin embargo, estaban satisfechos con la decisión; había un bando de hermanos ambiciosos y confiados en sí mismos que estaban en desacuerdo con ella. Estos hombres asumieron la tarea de ocuparse de la obra bajo su propia responsabilidad. Se tomaron la libertad de murmurar y hallar faltas, de proponer nuevos planes y tratar de derribar la obra de los hombres a quienes Dios había escogido para que enseñaran el mensaje evangélico. Desde el principio, la iglesia ha tenido que afrontar tales obstáculos, y tendrá que hacerlo hasta el fin del tiempo.

Peligro de considerar el juicio individual como supremo

Los que se sienten inclinados a considerar que su juicio individual es lo supremo, están en grave peligro. El esfuerzo premeditado de Satanás consiste en separarlos de los que son canales de luz, por medio de quienes Dios ha obrado para edificar y promover su obra en la tierra. Dejar a un lado o despreciar a los que Dios ha asignado para desempeñar las responsabilidades de la dirección en relación con el progreso de la verdad, equivale a rechazar los medios que ha dispuesto para ayudar, animar y fortalecer a su pueblo. Si algún obrero de la causa de Dios pasa por alto a estas personas, y piensa que la luz divina sólo puede venir directamente de Dios, se expone a ser engañado y vencido por el enemigo. El Señor ha dispuesto en su sabiduría que por medio de la estrecha relación que deberían mantener entre sí todos los creyentes, todo cristiano esté unido a otro cristiano y toda iglesia a otra iglesia. De este modo el instrumento humano estará en condiciones de cooperar con el divino. Todo agente estará subordinado al Espíritu Santo, y todos los creyentes estarán unidos en un esfuerzo organizado y bien dirigido para dar al mundo las gozosas nuevas de la gracia de Dios.

Así como los diferentes miembros del organismo humano se unen para formar el cuerpo entero y cada uno cumple su parte obedeciendo a la inteligencia que gobierna el todo, de la misma manera los miembros de la iglesia de Cristo deben estar unidos en un cuerpo simétrico, sujeto a la inteligencia santificada del conjunto.

Elección y ordenación de los oficiales de la iglesia local

El apóstol Pablo le escribió a Tito: “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé; el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía. Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios”. Tito 1:5-7.

En algunas de nuestras iglesias la obra de organizar y ordenar a los ancianos ha sido prematura; se ha pasado por alto la regla bíblica y por consiguiente la iglesia ha sufrido dificultades graves. No debe haber tanto apresuramiento en elegir a los dirigentes, como para ordenar a quienes no están en manera alguna preparados para la obra de responsabilidad, a saber, hombres que necesitan ser convertidos, elevados, ennoblecidos y refinados antes que puedan servir a la causa de Dios en cargo alguno.

Las propiedades de iglesia

Cuando se despierta un interés en una ciudad o pueblo, este interés debe ser atendido. El lugar debe ser trabajado cabalmente, hasta que se erija una humilde casa de culto como una señal, un monumento del día de descanso de Dios, una luz en medio de las tinieblas morales. Estos monumentos han de estar en pie en muchos lugares como testigos de la verdad.

Los asuntos pertenecientes a la iglesia no deben ser dejados en una condición inestable. Deben darse pasos para conseguir propiedades de iglesia para la causa de Dios, a fin de que la obra de Dios no sea retrasada en su progreso y para que los medios que las personas desean dedicar a la causa de Dios no vayan a parar a las filas del enemigo. Vi que el pueblo de Dios debe actuar sabiamente y no dejar nada por hacer de su parte, para colocar los asuntos de la iglesia en una condición segura. Y después que hicieron todo lo que pudieron, deben confiar en que el Señor dirija estas cosas por ellos, para que Satanás no tome ventaja del pueblo remanente de Dios. Es el tiempo de obrar de Satanás. Un futuro tempestuoso está ante nosotros, y la iglesia debe estar alerta para dar un paso hacia adelante a fin de que pueda resistir firmemente en contra de los planes del enemigo. Es tiempo de que se haga algo. A Dios no le complace que su pueblo deje los asuntos de la iglesia en desorden y permita que el enemigo tenga toda la ventaja y controle los asuntos como mejor le parezca.

Los congresos

Haced un esfuerzo especial para asistir a la congregación del pueblo de Dios.

Hermanos y hermanas, es mucho mejor que dejéis sufrir en algo vuestros negocios antes que descuidar la oportunidad de oír el mensaje que Dios tiene para vosotros. No presentéis excusa que os impida adquirir toda ventaja espiritual posible. Necesitáis todo rayo de luz. Necesitáis prepararos para dar una razón de la esperanza que hay en vosotros, con mansedumbre y temor. No podéis perder tal privilegio.

Ninguno de nosotros debe ir al congreso dependiendo de los ministros o los obreros bíblicos para que la reunión resulte bendecida. Dios no quiere que su pueblo se apoye por completo en los pastores. No quiere que se debilite dependiendo de la ayuda de los seres humanos. No deben los creyentes apoyarse como niños impotentes sobre alguien como si fuese un puntal. Como mayordomo de la gracia de Dios, cada miembro de iglesia debe sentir la responsabilidad personal de tener vida y raíz en sí mismo.

El éxito de la reunión depende de la presencia y el poder del Espíritu Santo. Todo aquel que ama la causa de la verdad debiera orar por el derramamiento del Espíritu. Y en cuanto está en nuestro poder, debemos suprimir todo lo que impida que obre. El Espíritu no podrá nunca ser derramado mientras los miembros de la iglesia alberguen divergencias y amarguras los unos hacia los otros. La envidia, los celos, las malas sospechas y las maledicencias son de Satanás, y cierran eficazmente el camino para que el Espíritu Santo obre. No hay en este mundo nada que sea tan caro para Dios como su iglesia. No hay nada que el custodie con cuidado más celoso. No hay nada que ofenda tanto a Dios como un acto que perjudique la influencia de aquellos que le sirven. El llamará a cuenta a todos aquellos que ayuden a Satanás en su obra de criticar y desalentar.