Consejos para la Iglesia

Capítulo 34

Consejos con respecto a la vestimenta

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En el vestido, lo mismo que en todas las demás cosas, tenemos el privilegio de honrar a nuestro Creador. El no sólo desea que nuestro vestido sea limpio y saludable, sino apropiado y decoroso.

Debemos tratar de sacar el mejor partido de nuestra apariencia. En el servicio del tabernáculo, Dios explicó todo detalle concerniente a las vestiduras de los que ministraban delante de él. Esto nos enseña que él tiene una preferencia con respecto a la indumentaria de los que le sirven. Fueron muy específicas las instrucciones dadas acerca de las vestiduras de Aarón, porque eran simbólicas. Así la indumentaria de los que siguen a Cristo, debe ser simbólica. En todas las cosas hemos de ser representantes de él. Nuestra apariencia en todo respecto debe caracterizarse por el aseo, la modestia y la pureza.

Por medio de las cosas de la naturaleza [las flores, los lirios] Cristo nos enseña cuál es la belleza que el cielo aprecia, la gracia modesta, la sencillez, la pureza, la corrección que harán nuestro atavío agradable a Dios.

Principios guiadores en el vestir

El vestido y su arreglo en la persona son generalmente un índice de lo que es el hombre o la mujer.

Juzgamos el carácter de una persona por el estilo del vestido que lleva. Una mujer modesta y piadosa se vestirá con modestia. El gusto refinado, la mente cultivada, se revelarán en la elección de un atavío sencillo y apropiado. La que es sencilla y modesta en su vestido y en sus maneras, muestra que comprende que una verdadera mujer se caracteriza por el valor moral. Cuán encantadora, cuán interesante es la sencillez en el vestido, que en su gracia puede compararse con las flores del campo.

Ruego a nuestros hermanos que se conduzcan cuidadosa y circunspectamente delante de Dios. Sigan las costumbres en el vestido mientras estén de acuerdo con los principios de salud. Vístanse nuestras hermanas sencillamente, como muchas lo hacen, que el vestido sea de material bueno y durable, apropiado para esta edad y que la cuestión del vestido no llene la mente. Nuestras hermanas debieran vestirse con sencillez. Debieran vestirse con una ropa modesta, con pudor y sobriedad. Dad al mundo una ilustración viviente del adorno interno de la gracia de Dios.

Si el mundo introduce una moda recatada, conveniente y saludable, que esté de acuerdo con la Biblia, no cambiará nuestra relación con Dios o con el mundo el adoptar tal estilo de vestido. Los cristianos debieran seguir a Cristo y hacer sus vestidos conforme a la Palabra de Dios. Debieran evitar los extremos. Humildemente debieran seguir un sendero recto, sin tomar en cuenta el aplauso o la censura y debieran aferrarse a lo correcto por ser correcto.

No ocupéis vuestro tiempo esforzándoos por seguir todas las necias modas del vestido. Vestíos pulcra y atractivamente, pero no os convirtáis en el objeto de observaciones ya sea por estar demasiado ataviados o por vestiros de una forma descuidada y desaseada. Proceded como si supierais que el ojo del cielo está sobre vosotros y que vivís bajo la aprobación o desaprobación de Dios.

Instrucciones bíblicas

Cristo hizo resaltar la devoción al vestido y previno, sí, ordenó a sus seguidores que no se preocuparan demasiado por él. “Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, como crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos”. El orgullo y la extravagancia en el vestido son pecados a los cuales están propensas especialmente las mujeres. De ahí que estas advertencias se refieran directamente a ellas. ¡De cuán poco valor son el oro, las perlas, o el atavío costoso cuando se comparan con la humildad y el encanto de Cristo!

Se me indicaron los siguientes pasajes. Dijo el ángel: “Han de instruir al pueblo de Dios” (1 Timoteo 2:9, 10): “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Pedro 3:3-5): “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro, o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres”.

Muchas consideran que esas órdenes son demasiado anticuadas para que se les preste atención, pero el que las dio a sus discípulos comprendía los peligros que entrañaría en nuestro tiempo el amor al vestido, y nos envió la consiguiente amonestación. ¿Le prestaremos atención y seremos sabios?

Los que realmente tratan de seguir a Cristo tendrán concienzudos escrúpulos en cuanto a la ropa que usan; se esforzarán por satisfacer los requisitos de esa orden tan claramente dada por el Señor. 1 Pedro 3:3-5.

La abnegación en el vestir es parte de nuestro deber cristiano. El vestir sencillamente y abstenerse de ostentar joyas y adornos de toda clase está de acuerdo con nuestra fe.

Muchos necesitan instrucción en cuanto a cómo deben presentarse en la asamblea para adorar en sábado. No han de entrar en la presencia de Dios con las ropas que llevan comúnmente durante la semana. Todos deben tener un traje especial para el sábado, para llevarlo cuando asisten al culto en la casa de Dios. Aunque no debemos conformarnos a las modas mundanales, no debemos ser indiferentes acerca de nuestra apariencia exterior. Debemos ser aseados y estar bien arreglados, aunque sin adornos. Los hijos de Dios deben ser limpios en su interior y exterior.

Especialmente las esposas de nuestros ministros deben tener cuidado de no apartarse de las claras enseñanzas de la Biblia con respecto al vestir. Muchas consideran que esas órdenes son demasiado anticuadas para que se les preste atención, pero el que las dio a sus discípulos comprendía los peligros que entrañaría en nuestro tiempo el amor al vestido, y nos envió la consiguiente amonestación. ¿Le prestaremos atención y seremos sabios? La extravagancia en el vestir aumenta constantemente. Y no se ha llegado aún al fin. La moda cambia a cada momento y nuestras hermanas la siguen, sin reparar en el gasto de tiempo y dinero. Se gastan en vestidos muchos recursos que debieran ser devueltos a Dios, el Dador de ellos.

La influencia de la moda del vestido

El amor al vestido hace peligrar la moralidad, y hace de la mujer lo contrario de una dama cristiana, caracterizada por la modestia y la sobriedad. Los vestidos llamativos y extravagantes con frecuencia estimulan la concupiscencia en el corazón de quienes los usan y despiertan pasiones bajas en las mentes de quienes los contemplan. Dios ve que la ruina del carácter con frecuencia está precedida por la complacencia del egoísmo y la vanidad en el vestir. Ve que la ropa costosa ahoga el deseo de hacer el bien.

El vestido simple, sencillo y sin ostentación será una recomendación para mis hermanas jóvenes. De ninguna forma mejor podéis hacer brillar vuestra luz a otros que mediante vuestra sencillez en el vestido y vuestro comportamiento. Podéis mostrar a todos que, en comparación con las cosas eternas, colocáis una estimación adecua da en las cosas de esta vida.

Muchos se visten como el mundo a fin de ejercer una influencia sobre los incrédulos, pero en esto cometen un triste error. Si quieren ejercer una influencia verdadera y salvadora, vivan de acuerdo con su profesión de fe, manifiéstenla por sus obras justas, y hagan clara la distinción que hay entre el cristiano y el mundo. Sus palabras, su indumentaria y sus acciones deben hablar en favor de Dios. Entonces ejercerán una influencia santa sobre todos los que los rodeen, y aun los incrédulos conocerán que han estado con Jesús. Si alguno quiere que su influencia se ejerza en favor de la verdad, viva de acuerdo con lo que profesa e imite así al humilde Modelo.

Mis hermanas, evitad aun la apariencia de mal. En esta era disoluta, saturada de corrupción, no estáis seguras a menos que estéis protegidas. La virtud y el recato son raros. Os exhorto, como seguidoras de Cristo que hacéis una elevada profesión, que acariciéis la preciosa y sin par gema del recato. Ella preservará la virtud.

La casta sencillez en el vestir, unida a la modestia de conducta será de mucho mayor influencia para rodear a una joven de una atmósfera de reserva sagrada que será para ella un escudo contra miles de peligros.

La sencillez del vestido favorecerá grandemente a una mujer sensata.

Muchos, a fin de mantenerse al día con modas absurdas, pierden su gusto por la sencillez natural y se encantan con lo artificial. Sacrifican tiempo y dinero, el vigor del intelecto y la verdadera elevación del alma y dedican todo su ser a las demandas de la vida elegante.

Queridos jóvenes, la inclinación a vestiros de acuerdo con la moda y a usar encajes y oro y postizos para la ostentación, no recomendará a otros vuestra religión o la verdad que profesáis. La gente de buen criterio considerará vuestras tentativas de embellecer lo externo como una prueba de una mente débil y un corazón orgulloso.

Hay un vestido que cada niño y cada joven puede buscar inocentemente. Es la justicia de los santos. Si tan sólo fueran tan dispuestos y perseverantes en obtener esto, como son en arreglar sus vestidos de acuerdo con las modas de la sociedad mundana, pronto estarían revestidos con la justicia de Cristo y sus nombres no serían borrados del libro de la vida. Las madres, tanto como las jóvenes y niñas, necesitan orar: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. Salmos 51:10. Esta pureza de corazón y gracia del espíritu son más preciosas que el oro, tanto para este tiempo como para la eternidad. Sólo los puros de corazón verán a Dios.