Consejos para la Iglesia

Capítulo 30

Las vías de acceso a la mente que deben custodiarse

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Todos deben custodiar los sentidos, no sea que Satanás obtenga la victoria sobre ellos; porque son las vías de acceso al alma.

Tendrá que ser usted fiel centinela que vele sobre sus ojos, oídos y otros sentidos si quiere gobernar su mente y evitar que manchen su alma pensamientos vanos y corruptos. Sólo el poder de la gracia puede realizar esta obra tan deseable.

Satanás y sus ángeles están atareados creando una condición de parálisis de los sentidos, para que las recomendaciones, amonestaciones y reproches no sean oídos; y para que, si llegan a oírse, no produzcan efecto en el corazón ni reformen la vida.

Satanás no puede entrar en la mente sin nuestro consentimiento

Dios proveyó para que no seamos tentados más allá de lo que podamos soportar, y para toda tentación preparará una salida. Si vivimos totalmente para Dios, no permitiremos que nuestra mente se entregue a imaginaciones egoístas.

Si de alguna manera Satanás puede obtener acceso a la mente, sembrará su cizaña y la hará crecer al punto de producir una cosecha abundante. En ningún caso puede Satanás dominar los pensamientos, palabras y actos, a menos que voluntariamente le abramos la puerta y le invitemos a pasar. Entrará entonces y, arrebatando la buena semilla del corazón, anulará el efecto de la verdad.

Es peligroso detenerse para contemplar las ventajas de ceder a las sugestiones de Satanás. El pecado significa deshonra y ruina para toda alma que se entrega a él; pero es de naturaleza tal que ciega y engaña; y nos tentará con presentaciones lisonjeras. Si nos aventuramos en el terreno de Satanás, no hay seguridad de que seremos protegidos contra su poder. En cuanto sea posible, debemos cerrar todas las puertas por las cuales el tentador podría llegar hasta nosotros.

Todo cristiano debe estar constantemente en guardia y velar sobre toda avenida del alma por la cual Satanás pudiera hallar acceso. Debe orar por el auxilio divino y al mismo tiempo resistir resueltamente toda inclinación a pecar. Con valor, fe y esfuerzo perseverante, puede vencer. Recuerde, sin embargo, que a fin de que obtenga la victoria Cristo debe morar en él y él en Cristo.

Debemos hacer todo lo que podamos para colocarnos a nosotros mismos y a nuestros hijos donde no veremos la iniquidad que se práctica en el mundo. Debemos guardar cuidadosamente la visión de nuestros ojos y la percepción de nuestros oídos para que esas cosas espantosas no penetren en nuestra mente.

No procure saber cuán cerca del precipicio puede andar sin caer en él. Evite la primera aproximación al peligro. No se puede jugar con los intereses del alma. Su capital es su carácter. Aprécielo como si fuera un áureo tesoro. La pureza moral, el respeto propio, un gran poder de resistencia, son cosas que deben retenerse firme y constantemente. No debe haber una sola desviación de la reserva, pues un solo acto de familiaridad, una sola indiscreción, puede exponer el alma a la perdición al abrir la puerta a la tentación y debilitar el poder de resistencia.