Consejos para la Iglesia

Capítulo 29

Recreación

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Los cristianos disponen de muchas fuentes de felicidad, y pueden decir con exactitud infalible qué placeres son lícitos y correctos. Pueden disfrutar de recreaciones que no disiparán el intelecto ni degradarán el alma. Tampoco desilusionarán ni dejarán una triste influencia ulterior que destruya el respeto propio o impida ser útil. Si pueden llevar a Jesús consigo y conservar un espíritu de oración, están perfectamente seguros.

No será peligrosa cualquier diversión a la cual podáis dedicaros y pedir con fe la bendición de Dios. Pero cualquier diversión que os descalifique para la oración secreta, para la devoción ante el altar de oración, o para tomar parte en la reunión de oración, no sólo no es segura, sino peligrosa.

Pertenecemos a la clase de los que creen que es su privilegio glorificar a Dios en la tierra cada día de su vida. Creemos que no vivimos en este mundo tan sólo para divertirnos y agradarnos a nosotros mismos. Estamos aquí para beneficiar a la humanidad y a la sociedad; pero si permitimos que nuestra mente vaya por el cauce bajo que sigue la de muchos que buscan solamente la vanidad y la insensatez, ¿cómo podremos beneficiar a nuestra especie y a nuestra generación? ¿Cómo podemos ser una bendición para la sociedad que nos rodea? No podemos participar inocentemente en cualquier diversión que nos incapacitaría para el desempeño más fiel de nuestros deberes comunes.

Existen muchas cosas que son correctas en sí, pero que, pervertidas por Satanás, resultan en una trampa para los incautos.

Hay una gran necesidad de temperancia en las diversiones, como en cualquier otra actividad. Su carácter debe ser considerado cuidadosa y cabalmente. Todo joven debe preguntarse: ¿Qué influencia tendrán estas diversiones sobre mi salud física, mental y moral? ¿Quedará mi alma tan infatuada que me olvide de Dios? ¿Dejaré de tener presente su gloria?

Es privilegio y deber de los cristianos procurar refrigerar su espíritu y vigorizar su cuerpo mediante recreaciones inocentes, con el propósito de utilizar sus facultades físicas y mentales para la gloria de Dios. Nuestras recreaciones no deben consistir en escenas de alegría sin sentido ni rebajarse a la insensatez. Podemos dirigirlas de tal manera que beneficien y eleven a aquellos con quienes nos asociamos, y nos dejen a ellos y a nosotros mismos mejor preparados para cumplir con éxito los deberes que nos incumben como cristianos.

El tiempo pasado en ejercicio físico no es perdido. Un ejercicio proporcionado de todos los órganos y facultades del cuerpo es esencial para el mejor trabajo de cada uno. Cuando el cerebro está constantemente recargado, en tanto que los demás órganos de la maquinaria viviente se hallan inactivos, hay una pérdida de fuerza física y mental. El sistema físico es despojado de su saludable tono, la mente pierde su frescura y vigor, y una excitabilidad morbosa es la consecuencia.

Los que se dedican al estudio deben tener solaz. La mente no debe dedicarse constantemente a la reflexión detenida, porque se gastaría la delicada maquinaria mental. Tanto el cuerpo como la mente deben tener ejercicio.

Recreación en la que pueden participar por igual los ricos y los pobres

No se puede hacer que los jóvenes sean tan calmosos y graves como los ancianos, el hijo tan serio como el padre. Aunque se condenan las diversiones pecaminosas, como en verdad debe hacerse, que los padres, maestros y tutores de los jóvenes provean en su lugar placeres inocentes, que no mancillen ni corrompan la moral. No sujetéis a los jóvenes bajo reglas y restricciones rígidas, que los induzcan a sentirse oprimidos, y a precipitarse en sendas de locura y destrucción. Con mano firme, bondadosa y considerada, sujetad las riendas del gobierno, guiando y vigilando sus mentes y propósitos, aunque de manera tan suave, sabia y amorosa, que ellos puedan darse cuenta de que tenéis presentes sus mejores intereses.

Existen modos de recreación que son muy benéficos para la mente y el cuerpo. Un intelecto ilustrado y discernidor hallará abundantes medios de entretenimiento y diversión en fuentes que no sólo sean inocentes, sino también instructivas. La recreación al aire libre, la contemplación de las obras de Dios en la naturaleza, serán del más alto beneficio.

Ninguna recreación que sea útil únicamente para ellos dará por resultado una bendición tan grande para los niños y jóvenes como la que los induzca a ser útiles a los demás.

Dios ofrece a cada uno un gozo del que el rico como el pobre pueden participar por igual: el deleite que se siente al cultivar la pureza de pensamiento y el desinterés en la acción; el placer que se experimenta al pronunciar palabras de simpatía y realizar acciones amables. La luz de Cristo, que emana de aquellos que se consagran a un servicio tal, puede alegrar las vidas obscurecidas por muchos sufrimientos.

En nuestro mundo hay bastantes cosas necesarias y útiles que hacer para que el ejercicio hecho por placer y diversión resulte casi completamente innecesario. El cerebro, los huesos y los músculos adquirirán fuerza y solidez al usarlos con un propósito, al dedicarlos a la reflexión útil y concentrada y a idear planes que desarrollen las facultades del intelecto y la fuerza de los órganos físicos. Así se dará uso práctico a los talentos otorgados por Dios, con los cuales se le puede glorificar.

No condeno el ejercicio sencillo del juego de pelota; pero aun esto, con toda su sencillez, puede ser llevado a la exageración.

Siempre temo el casi seguro resultado que sigue a estas diversiones. Provoca un desembolso de recursos que debieran dedicarse a comunicar la luz de la verdad a almas que están pereciendo lejos de Cristo. Las diversiones y el despilfarro de recursos para agradarse a sí mismo, que conducen paso a paso a la glorificación propia, y el adiestramiento en estos juegos por placer desarrollan una pasión por tales cosas, que no favorece el perfeccionamiento del carácter cristiano.

Asociación y hábitos correctos

Los jóvenes que se asocian con otros jóvenes pueden hacer que su asociación sea una bendición o una maldición. Pueden edificarse, bendecirse y fortalecerse mutuamente, mejorando en comportamiento, en disposición, y en conocimiento; o pueden llegar a ser descuidados y desleales, ejerciendo sólo una influencia desmoralizadora.

Jesús será el ayudador de todos los que depositan su confianza en él. Los que están conectados con Cristo tienen la felicidad a su disposición. Siguen en la senda donde los dirige el Salvador, crucificando por amor de Cristo el yo con sus inclinaciones y concupiscencias. Esas personas han edificado su esperanza sobre Cristo, y las tormentas de la tierra son impotentes para barrerlos de su fundamento seguro.

Queda con vosotros, jóvenes y señoritas, el llegar a ser personas de confianza, de integridad y de real utilidad. Debéis estar dispuestos y resueltos a decidiros por lo correcto bajo cualquier circunstancia. No podemos llevar con nosotros al cielo nuestros malos hábitos, y a menos que los venzamos aquí, nos impedirán entrar en la morada de los justos. Cuando nos oponemos a los malos hábitos, ofrecerán la resistencia más vigorosa; pero si mantenemos la lucha con energía y perseverancia, pueden ser conquistados.

Para formar hábitos correctos, debemos buscar la compañía de las personas que poseen una sólida influencia moral y religiosa.

Si se pudiese persuadir a los jóvenes a asociarse con los puros, reflexivos y amables, el efecto sería muy saludable. Si eligen compañeros que temen al Señor, su influencia los conducirá a la verdad, al deber y a la santidad. Una vida verdaderamente cristiana es un poder para el bien. Pero, por otro lado, los que se asocian con hombres y mujeres de moral dudosa, de costumbres y principios malos, no tardarán en andar en la misma senda. El impulso de las tendencias del corazón natural es hacia abajo. El que se asocia con los escépticos no tardará en llegar a ser escéptico; el que elija la compañía de los viles, llegará seguramente a ser vil. El andar en el consejo de los impíos es el primer paso en la senda que conduce al camino de los pecadores y a sentarse con los escarnecedores.

Aquellos que quieran adquirir un carácter íntegro deben elegir como asociados a quienes sean de inclinación seria, reflexiva y religiosa. Los que han contado el costo, y desean edificar para la eternidad, deben poner buen material en su edificación. Si aceptan maderas podridas, si se conforman con deficiencias de carácter, el edificio quedará condenado a la ruina. Presten todos atención a cómo edifican. La tempestad de la tentación lanzará sus embates contra el edificio, y a menos que éste se halle firme y fielmente construído, no resistirá la prueba.

Un buen nombre es más precioso que el oro. Existe en los jóvenes la inclinación a asociarse con los que son de mentalidad y moral inferior. ¿Qué felicidad verdadera puede esperar una persona joven de una relación voluntaria con personas que tienen una norma baja de pensamientos, sentimientos y conducta? Hay personas de gustos envilecidos y costumbres depravadas, y todos los que elijan tales compañeros seguirán su ejemplo.

Tal vez no veáis peligro real en dar el primer paso hacia la frivolidad y la búsqueda de placeres, y penséis que cuando deseéis cambiar vuestra conducta podréis hacer el bien tan fácilmente como antes de entregaros a hacer el mal. Pero esto es un error. Por la elección de malos compañeros, muchos han sido desviados paso a paso de la senda de la virtud a profundidades de desobediencia y disipación a las cuales consideraban una vez que les era imposible descender.

No pensemos que Dios desea que renunciemos a cosa alguna que debamos conservar para ser felices aquí. Todo lo que él requiere que dejemos es aquello que al ser retenido no contribuirá a nuestro bien ni a nuestra felicidad.

Descanso completo y diversiones personales

Los jóvenes deben recordar que son responsables de todos los privilegios de que han disfrutado, del aprovechamiento de su tiempo y del debido uso de sus capacidades. Pueden preguntar: “¿No tendremos diversión o recreación?” “¿Trabajaremos y trabajaremos y trabajaremos, sin ninguna variación?”

Quizá convenga por un tiempo un cambio en la labor física que ha pesado severamente sobre sus fuerzas, a fin de que reanuden el trabajo haciendo esfuerzos que tengan más éxito. Pero es posible que no sea necesario un reposo absoluto, o que éste no vaya acompañado de los mejores resultados en lo que a su fuerza física concierne.

No necesitan desperdiciar sus preciosos momentos aun cuando estén cansados de una clase de trabajo. Pueden buscar entonces algo que no sea tan agotador, pero que sea una bendición para su madre y sus hermanas. Al aligerar los cuidados de ellas tomando a su cargo los trabajos más rudos, pueden hallar esa distracción que brota de los principios y que les producirá verdadera felicidad, y no pasarán el tiempo en bagatelas o en placeres egoístas.

Su tiempo puede ser empleado aún con provecho, y estarán reponiendo las fuerzas constantemente con la variación, y todavía estar redimiendo el tiempo de manera que puedan dar un buen informe de cada momento a alguna persona.

Muchos aseveran que para conservar la salud física es necesario entregarse a diversiones egoístas. Es verdad que los cambios son necesarios para el mejor desarrollo del cuerpo, porque la variación refrigera y vigoriza la mente y el cuerpo; pero ella no se obtiene participando en diversiones insensatas ni descuidando los deberes diarios cuyo cumplimiento debe requerirse de los jóvenes.

Entre los más peligrosos lugares de placer se cuenta el teatro. En vez de ser una escuela de moralidad y virtud, como se pretende a menudo, es el semillero de la inmoralidad. Estas diversiones fortalecen y confirman los hábitos viciosos y las propensiones pecaminosas. Los cantos viles, los ademanes y las expresiones y actitudes lascivas depravan la imaginación y degradan la moral. Todo joven que asista habitualmente a estos espectáculos, se corromperá en sus principios. No hay en nuestra tierra influencia más poderosa para envenenar la imaginación, destruir las impresiones religiosas, y embotar el gusto por los placeres tranquilos y las sobrias realidades de la vida, que las diversiones teatrales. El amor por estas escenas aumenta con cada asistencia, como el deseo de bebidas embriagantes se fortalece con su consumo. La única conducta segura consiste en huir del teatro, del circo y de otros lugares dudosos de diversión.

El hecho de que, en su alegría reverente, David bailó delante de Dios ha sido citado por los amantes de los placeres para justificar los bailes modernos; pero este argumento no tiene fundamento. En nuestros días, el baile va asociado con insensateces y festines de medianoche. La salud y la moral se sacrifican en aras del placer. Los que frecuentan los salones de baile no hacen de Dios el objeto de su contemplación y reverencia. La oración o los cantos de alabanza serían considerados intempestivos en esas asambleas y reuniones. Esta prueba debiera ser decisiva. Los cristianos verdaderos no han de procurar las diversiones que tienden a debilitar el amor a las cosas sagradas y a aminorar nuestro gozo en el servicio de Dios. La música y la danza de alegre alabanza a Dios mientras se transportaba el arca no se asemejaban en nada a la disipación de los bailes modernos. Las primeras tenían por objeto recordar a Dios y ensalzar su santo nombre. Los segundos son un medio que Satanás usa para hacer que los hombres se olviden de Dios y lo deshonren.

Los jóvenes se conducen generalmente como si las preciosas horas del tiempo de gracia, mientras perdura aún la misericordia, fuesen una gran fiesta y como si ellos estuviesen en este mundo simplemente para divertirse y ser halagados con un ciclo continuo de excitaciones. Satanás ha estado haciendo esfuerzos especiales para inducirlos a encontrar felicidad en las diversiones mundanales y a justificarse mediante esfuerzos por demostrar que esas diversiones son inofensivas, inocentes, y hasta importantes para la salud.

Muchos están participando ávidamente en diversiones mundanales desmoralizadoras que la Palabra de Dios prohíbe. Cortan así su relación con Dios y se colocan en las filas de quienes aman los placeres del mundo. Los pecados que destruyeron a los antediluvianos y las ciudades de la llanura existen hoy, no sólo en tierras paganas ni únicamente entre los que profesan un cristianismo popular, sino también entre algunos de los que profesan esperar la venida del Hijo del hombre. Si Dios os presentase estos pecados como los ve, os llenaríais de vergüenza y terror.

El deseo de excitación y agradable entretenimiento es una tentación y una trampa para el pueblo de Dios y especialmente para los jóvenes. Satanás está preparando constantemente seducciones que distraigan las mentes de la obra solemne de preparación para las escenas que están a punto de sobrevenir. Por medio de los agentes humanos, mantiene una excitación continua para inducir a los incautos a participar en los placeres mundanales. Hay espectáculos, conferencias y una variedad infinita de entretenimientos calculados para inducirlos a amar al mundo; y esta unión con el mundo debilita la fe.

Dios no reconoce como seguidor suyo al que busca el placer. Únicamente los abnegados, los que viven con sobriedad, humildad y santidad, son verdaderos seguidores de Jesús. Y los tales no pueden disfrutar de la conversación frívola y vacía del que ama al mundo.

Si usted pertenece realmente a Cristo, tendrá oportunidades de testificar por él. Será invitado a lugares de diversión, y tendrá ocasión de testificar por su Señor. Si es entonces fiel a Cristo, no tratará de formular excusas por no asistir, sino que con sencillez y modestia declarará que es hijo de Dios y que sus principios no le permiten estar siquiera una vez en el lugar al cual no podría invitar la presencia de su Señor.

Un gran contraste se notará entre el trato social de los seguidores de Cristo en sus recreaciones cristianas y las reuniones de los mundanos para obtener placer y diversión. En vez de que se oigan oraciones y la mención de Cristo y de las cosas sagradas, se desprenden de los labios de los mundanos risas tontas y conversaciones triviales. Lo que procuran es una hilaridad ruidosa. Sus diversiones comienzan en la insensatez y acaban en la vanidad.