Consejos para la Iglesia

Capítulo 13

La Biblia

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En las Escrituras hay miles de gemas de la verdad que yacen escondidas para el que busca en la superficie. La mina de la verdad no se agota nunca. Cuanto más escudriñéis las Escrituras con corazón humilde, tanto mayor será vuestro interés, y tanto más os sentiréis con deseo de exclamar con Pablo: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!”. Romanos 11:33.

Cristo y su Palabra están en perfecta armonía. Recibidos y obedecidos, abren una senda segura para los pies de todos los que están dispuestos a andar en la luz como Cristo es la luz. Si el pueblo de Dios apreciase su Palabra, tendríamos un cielo en la iglesia aquí en la tierra. Los cristianos tendrían avidez y hambre por escudriñar la Palabra. Anhelarían tener tiempo para comparar pasaje con pasaje, y para meditar en la Palabra. Anhelarían más la luz de la Palabra que el diario de la mañana, las revistas o las novelas. Su mayor deseo sería comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios. Y como resultado, su vida se conformaría a los principios y las promesas de la Palabra. Sus instrucciones serían para ellos como las hojas del árbol de la vida. Sería en ellos una fuente de aguas, que brotaría para vida eterna. Los raudales refrigerantes de la gracia renovarían la vida del alma, haciéndole olvidar todo afán y cansancio. Se sentirían fortalecidos y animados por las palabras de la inspiración.

En su vasta gama de estilo y temas, la Biblia tiene algo para interesar a cada mente y atraer cada corazón. Sus páginas encierran historia antiquísima; biografías fieles a la vida; principios de gobierno para regir al estado y gobernar la casa, principios que la sabiduría humana nunca ha conseguido igualar. Contiene la más profunda filosofía, la poesía más dulce y sublime, apasionada y patética. Los escritos de la Biblia, aun considerados de esta manera, son inconmensurablemente superiores en valor a las producciones de cualquier autor humano, pero considerados en su relación con su gran pensamiento central, son de alcance infinitamente más amplio, de valor infinitamente mayor. Desde este punto de vista, cada tema adquiere nuevo significado. En las verdades más sencillamente enunciadas se encierran principios tan altos como el cielo, y que abarcan la eternidad.

Cada día debéis aprender algo nuevo de las Escrituras. Escudriñadlas como si buscarais tesoros ocultos, porque contienen las palabras de vida eterna. Orad por sabiduría y entendimiento para comprender estos escritos sagrados. Si lo hacéis, hallaréis nuevas glorias en la Palabra de Dios; sentiréis que habréis recibido luz nueva y preciosa sobre asuntos relacionados con la verdad, y las Escrituras recibirán constantemente nuevo valor en vuestra estima.

Las verdades de la Biblia así recibidas elevarán la mente de su mundanalidad y degradación. Si la Palabra de Dios fuera apreciada como debiera serlo, tanto los jóvenes como los mayores poseerían una rectitud interior, una fortaleza de principios que los capacitaría para resistir la tentación.

Estudiadla diligente y sistemáticamente

Padres, si queréis educar a vuestros hijos para que sirvan a Dios y hagan bien en el mundo, haced de la Biblia vuestro libro de texto. Ella expone los engaños de Satanás. Es el gran elevador de la raza humana, el agente que reprocha y corrige los males morales, el detector que nos capacita para distinguir entre lo verdadero y lo falso. No importa que otra cosa se enseñe en el hogar o en la escuela, la Biblia como el gran educador debiera estar primero. Si se le da este lugar, Dios es honrado, y obrará para vosotros en la conversión de vuestros hijos. Hay una rica mina de verdad y belleza en este santo Libro y los padres tienen de qué acusarse si no lo hacen intensamente interesante para sus hijos.

“Escrito está” fue la única arma que Cristo empleó cuando el tentador se presentó con sus engaños. La enseñanza de la verdad bíblica es la obra grande e importante de que debiera ocuparse cada padre. Con una agradable y feliz disposición mental, presentad la verdad como es pronunciada por Dios delante de los hijos. Como padres y madres, podéis ser lecciones objetivas para los hijos en la vida diaria al practicar la paciencia, la bondad y el amor, atrayéndolos a vosotros. No permitáis que hagan lo que les plazca, sino mostradles que vuestra obra es practicar la Palabra de Dios y criarlos en la educación y admonición del Señor.

Sed sistemáticos en el estudio de las Escrituras en vuestra familia. Descuidad cualquier cosa de naturaleza temporal,... pero estad seguros de que el alma se alimenta con el pan de la vida. Es imposible estimar los buenos resultados de una hora o aun media hora dedicada cada día a la Palabra de Dios en una forma alegre y social. Haced de la Biblia su propio expositor, reuniendo todo lo que se dice acerca de cierto tema en diferentes momentos y en circunstancias diversas. No interrumpáis vuestra clase familiar a causa de gente que llegue o de visitantes. Si vienen durante el estudio, invitadlos a participar en él. Que vean que consideráis más importante obtener un conocimiento de la Palabra de Dios que aseguraros las ganancias o placeres de este mundo.

Si estudiáramos diligentemente y con oración la Biblia día tras día, veríamos cotidianamente alguna hermosa verdad bajo una luz nueva, clara y vigorosa.

Debéis hacer de la Biblia vuestro guía si queréis educar a vuestros hijos en el conocimiento y la admonición del Señor. Preséntense la vida y el carácter de Cristo como el modelo que deben copiar. Si yerran, leedles lo que el Señor ha dicho acerca de pecados similares. Se necesitan constante cuidado y diligencia en esta obra. Un rasgo de carácter erróneo tolerado por los padres, no corregido por los maestros, puede causar que todo el carácter llegue a ser deformado y desequilibrado. Enseñad a los niños que deben tener un corazón nuevo; que deben crearse nuevos gustos e inspirarse nuevos motivos. Deben tener ayuda de Cristo; deben llegar a familiarizarse con el carácter de Dios tal como se revela en su Palabra.

Al lector se le promete iluminación divina

Como el carácter de su Autor divino, la Palabra de Dios presenta misterios que no podrán nunca ser plenamente comprendidos por los seres finitos. Dirige nuestra mente al Creador, “que habita en luz inaccesible”. 1 Timoteo 6:16. Nos presenta sus propósitos, que abarcan todas las edades de la historia humana, y cuyo cumplimiento se alcanzará únicamente en los siglos sin fin de la eternidad. Llama nuestra atención a temas de infinita profundidad e importancia concernientes al gobierno de Dios y el destino del hombre.

La entrada del pecado en el mundo, la encarnación de Cristo, la regeneración, la resurrección y muchos otros temas presentados en la Biblia, son misterios demasiado profundos para que los explique la mente humana, o siquiera los comprenda plenamente. Pero Dios nos ha dado en las Escrituras suficientes evidencias de su carácter divino, y no debemos dudar de su Palabra porque no podamos comprender todos los misterios de su providencia.

Si para los seres creados fuese posible obtener una comprensión plena de Dios y sus obras, después de lograrla no habría para ellos mayor descubrimiento de la verdad, ni crecimiento en el conocimiento, ni ulterior desarrollo del intelecto o el corazón. Dios no sería ya supremo; y los hombres, habiendo alcanzado el límite del conocimiento y del progreso, dejarían de avanzar. Demos gracias a Dios de que no es así. Dios es infinito; en él están “escondidos todos los tesoros de sabiduría y conocimiento”. Colosenses 2:3. Y durante toda la eternidad los hombres podrán estar investigando y aprendiendo siempre, y sin embargo no podrán agotar los tesoros de su sabiduría, bondad y poder.

Sin la dirección del Espíritu Santo, estaremos constantemente expuestos a torcer las Escrituras o a interpretarlas mal. Muchas veces la lectura de la Biblia no reporta provecho, y hasta puede causar un daño. Cuando la Palabra de Dios se abre sin reverencia ni oración; cuando los pensamientos y afectos no están fijos en Dios ni armonizan con su voluntad, el intelecto está enturbiado por la duda; y el escepticismo se fortalece en el mismo estudio de la Biblia. El enemigo rige los pensamientos y sugiere interpretaciones que no son correctas.

No es natural amar el estudio de la Biblia

Tanto los ancianos como los jóvenes descuidan la Biblia. No hacen de ella su estudio, la regla de su vida. Especialmente los jóvenes son culpables de tal negligencia. La mayoría de ellos hallan tiempo para leer otros libros, pero no estudian diariamente el Libro que señala el camino hacia la vida eterna. Leen atentamente las historias inútiles, mientras que descuidan la Biblia. Este libro es el Guía que nos lleva a una vida más elevada y más santa. Los jóvenes declararían que es el libro más interesante que leyeron alguna vez, si su imaginación no hubiese quedado pervertida por la lectura de historias ficticias.

Como pueblo que ha tenido gran luz, debemos ejercer una influencia elevadora en nuestros hábitos, en nuestras palabras, en nuestra vida doméstica y amistades. Dad a la Palabra un puesto de honor como guía en el hogar. Considéresela como el consejero en cada dificultad, la norma en cada práctica. ¿Estarán convencidos mis hermanos y hermanas de que no puede haber nunca verdadera prosperidad en ninguna alma del círculo familiar a menos que presida la verdad de Dios, la sabiduría de la rectitud? Los padres y madres deberían hacer todo esfuerzo posible para elevar su mente del hábito perezoso de considerar como una carga el servicio de Dios. El poder de la verdad debe ser un agente santificador en el hogar.

En sus tiernos años han de enseñarse a los niños las demandas de la ley de Dios y la fe en Jesús nuestro Redentor para limpiar de las manchas del pecado. Esta fe debe ser enseñada día tras día, por precepto y ejemplo.

El estudio de la Biblia fortalece el intelecto

Si la Biblia fuera estudiada como debiera serlo, los hombres serían fuertes en su intelecto. Los temas tratados en la Palabra de Dios, la sencillez dignificada de sus declaraciones, los nobles temas que presenta a la mente, desarrollan las facultades en el hombre en una forma en que no podrían ser desarrolladas de otra manera. En la Biblia se abre delante de la imaginación un campo ilimitado. El estudiante saldrá de una contemplación de sus grandes temas, de la asociación con sus elevadas imágenes, más puro y elevado en pensamiento y sentimiento que si hubiera pasado el tiempo leyendo cualquier obra de origen meramente humano, por no decir nada de aquéllas de carácter liviano. Las mentes juveniles no alcanzan su más noble desarrollo cuando descuidan la fuente más elevada de sabiduría: la Palabra de Dios. La razón por la que hay tan pocos hombres de sana inteligencia, de estabilidad y sólido valor es porque Dios no es temido, Dios no es honrado, los principios de la religión no se practican en la vida como debieran serlo.

Dios quiere que aprovechemos de todo medio para cultivar y fortalecer nuestras facultades intelectuales... Si se leyera más la Biblia, si sus verdades fueran mejor entendidas, habría gente mucho más esclarecida e inteligente. Se imparte energía al alma al escudriñar sus páginas.

Las enseñanzas de la Biblia influyen en forma vital sobre la prosperidad del hombre en todas las relaciones de esta vida. Desarrolla los principios que son la base de la prosperidad de una nación, principios vinculados con el bienestar de la sociedad y que son la salvaguardia de la familia, principios sin los cuales ningún hombre puede alcanzar utilidad, felicidad u honra en esta vida, ni asegurarse la vida futura inmortal. No hay posición alguna en esta vida, ni fase alguna de la experiencia humana para la cual la enseñanza de la Biblia no constituya una preparación indispensable.

Cristo en toda la Biblia

El poder de Cristo, el Salvador crucificado para dar vida eterna, debe ser presentado al pueblo. Debemos demostrarle que el Antiguo Testamento es tan ciertamente el Evangelio en sombras y figuras, como el Nuevo Testamento lo es en su poder desarrollado. El Nuevo Testamento no presenta una religión nueva; el Antiguo Testamento no presenta una religión que haya de ser superada por el Nuevo. El Nuevo Testamento es tan sólo el progreso y desarrollo del Antiguo.

Abel creía en Cristo, y fue tan ciertamente salvado por su poder, como lo fueron Pedro y Pablo. Enoc fue representante de Cristo tan seguramente como el amado discípulo Juan. Enoc anduvo con Dios, y ya no fue hallado, porque Dios lo llevó consigo. A él fue confiado el mensaje de la segunda venida de Cristo. “De los cuales también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, el Señor es venido con sus santos millares”. Judas 14. El mensaje predicado por Enoc, y su traslado al cielo, fueron un argumento convincente para todos los que vivían en su tiempo; fueron un argumento que Matusalén y Noé pudieron usar con poder para demostrar que los justos podían ser trasladados.

El Dios que anduvo con Enoc era nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Era la luz del mundo como lo es ahora. Los que vivían entonces no estuvieron sin maestros que los instruyesen en la senda de la vida; porque Noé y Enoc eran cristianos. El Evangelio se da en preceptos en Levítico. Se requiere ahora obediencia implícita como entonces. ¡Cuán esencial es que comprendamos la importancia de esta palabra!

Se pregunta: ¿Cuál es la causa de la escasez que hay en la iglesia? La respuesta es: Permitimos que nuestras mentes sean apartadas de la Palabra. Si la Palabra de Dios fuese comida como alimento del alma; si fuese tratada con respeto y deferencia, no habría necesidad de los muchos y repetidos Testimonios que se dan. Las simples declaraciones de las Escrituras serían recibidas y obedecidas.